Peñafiel y visita a las bodegas Briego

Hace tiempo que mi hermana nos regaló un CofreVip para la visita a una bodega que nosotros eligiésemos. Había ido pasando el tiempo y no lo habíamos disfrutado, así que había llegado el momento de hacer uso de ello, aprovechando los días de Semana Santa, decidimos pasar una noche en Valladolid, gracias también al regalo de mi cuñada de otro CofreVip con una noche de hotel, así que el plan salió redondo y como suele decirse «matamos dos pájaros de un tiro».
La elección fue sencilla, habíamos leído ya en varias ocasiones que Valladolid era una ciudad que merecía mucho la pena, una ciudad bastante monumental y con una tradición de tapas espectacular, algo que pudimos comprobar nosotros mismos y que contaré en la siguiente entrada. Además nos gustaba la idea de visitar una bodega de la afamada Ribera del Duero, así que buscando en el catálogo que venía en el regalo, elegimos las Bodegas Briego, sobre todo por su cercanía a Peñafiel, que también queríamos visitar. 
Reservamos por teléfono y el sábado a las doce de la mañana estábamos allí. Las bodegas se encuentran en el pueblo de Fompedraza, a tan sólo 9 kilómetros al sur de Peñafiel. El pueblecito es pequeño, hay varias bodegas de la denominación de origen Ribera del Duero. Antes de la visita y aprovechando que llegamos un poco antes, nos acercamos hasta su iglesia dedicada a San Bartolomé, una pequeña construcción del románico tardío. 

Recuerdos de New Haven

Hoy hace justo un año que llegábamos a New Haven para disfrutar de una de las mejores experiencias de nuestra vida, una estancia en una ciudad americana durante medio año, una estancia que nos dio para descubrir muchos aspectos de la cultura americana, para acostumbrarnos a vivir allí, para descubrir cosas muy bonitas de nosotros mismos, una experiencia que nos permitió descubrir lugares espectaculares, visitar con mucha frecuencia Nueva York, algo que al menos yo, echo mucho de menos, qué raro resultaba salir con el coche y ver señales que indicaban New York!!! Vivir a una hora y media de esa ciudad fue un privilegio que nos permitió disfrutarla de otra manera diferente a cuando hemos ido meramente de turismo, vayas las veces que vayas siempre hay cosas nuevas para ver y claro está otras que siempre repetiremos. 
El motivo de que la estancia fuese en la ciudad de New Haven es porque allí se encuentra la universidad de Yale, donde Diego iba a realizar la estancia de investigación. 
Recuerdo los días previos al viaje, mezcla de emociones, nervios y mucha, mucha ilusión. La preparación de las maletas fue un poco más complicada que otras veces, debíamos llevar ropa de invierno, primavera y verano, algo que resultó un poco complicado de seleccionar jejejeje, pero al final, la noche antes teníamos nuestras cuatro maletas, mochilas y un saco grande de ilusión preparado en la puerta. 
Llegamos al aeropuerto JFK de Nueva York, habíamos contratado un transporte que nos llevaría hasta el hotel que teníamos reservado para los primeros días, el New Haven Hotel. El camino se hizo bastante largo, estaba lloviendo y había muchísimo tráfico de salida de Nueva York hacia todas las poblaciones de la costa. Por fin llegamos a New Haven, dejamos las cosas en el hotel y enseguida salimos a conocer un poco la ciudad en la que íbamos a vivir una temporada. 
Dicen que la primera impresión es la que vale, pues en este caso invadidos por la emoción de lo que nos estaba pasando, tengo que reconocer que nos gustó, dimos una vuelta de reconocimiento y terminamos cenando en el Buffalo Wild Wings, muy americano para comenzar. Estaba lloviendo, hacía bastante fresco (de hecho había aún nieve por la calle) y el jet lag empezaba a hacer de las suyas, así que nos fuimos a descansar, quedaban muchos días por delante!!!
Hubo muchos momentos especiales, como el día que fuimos por primera vez al que iba a ser nuestro apartamento, lo habíamos visto en fotos, pero cuando llegamos allí nos encantó, vimos las posibilidades que tenía y enseguida lo hicimos nuestro hogar. 

La East Side Gallery, lo mejor del muro de Berlín.

Parece mentira que hace sólo unos años Berlín estuviese dividida por un gran muro que impedía la libre circulación de personas, y digo hace sólo unos años porque es verdad, el muro estuvo desde 1961 hasta 1989, unos días si lo comparamos con otros acontecimientos históricos. Todos conocemos su existencia, pero ¿Por qué se construyó? Seré muy breve en esto. Al término de la Segunda Guerra Mundial, Alemania quedó divida en cuatro sectores, soviético, francés, inglés y estadounidense. En 1949, el sector dominado por los soviéticos quedó bajo la jurisdicción de la República Democrática Alemana RDA, mientras que los otros sectores se unieron bajo una misma jurisdicción, la República Federal Alemana RFA. Pronto empezaron las diferencias, la zona de la RFA empezó a prosperar mientras que la zona de la RDA comenzó a tener problemas económicos, por lo que la población de la parte oriental decidió comenzar a emigrar hacia la occidental en busca de empleo y de mejores condiciones de vida. Este fue el motivo principal por el que en 1961, las autoridades de la RDA decidieron levantar un muro provisional y cerrar la mayoría de los puntos de control que existían a lo largo de la línea que dividía la ciudad. Pronto esta alambrada se convirtió en un muro que en algunos puntos alcanzaba los 4 metros de altura, el cual permaneció en pie hasta el 9 de noviembre de 1989.

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Un Berlín diferente

Después de que el día anterior visitásemos la zona de Berlín más conocida (véase la entrada Berlín, pasado y presente), hoy tocaba una visita por un Berlín diferente, quizás menos conocido pero con un encanto especial y una personalidad propia. 
Comenzamos visitando el barrio conocido como Scheunenviertel, donde antiguamente había graneros, de ahí su nombre. Es una zona que queda al norte del Mitte, una zona moderna que últimamente se ha puesto de moda entre los artistas que empezaron a llegar al barrio en los años 90, atraídos sobre todo por los bajos precios de los alquileres debido fundamentalmente al estado en el que se encontraba el barrio, y es que la guerra y el período posterior, había hecho mella en él. 

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Berlín, pasado y presente

Berlín, además de ser la capital de Alemania, es una de las ciudades con mayor carga histórica de Europa, una ciudad en la que aún se pueden ver las huellas de esa parte de la historia que jamás debe volver a repetirse, una ciudad moderna que conserva un aire de cierta nostalgia que a nosotros nos ha encantado. 
Nosotros sólo estuvimos tres días en la ciudad, pero si los aprovechas bien, te pueden dar para ver las cosas más importantes de la ciudad y, por supuesto,  irte con las ganas de volver.

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Torun, la ciudad de Copérnico

Torun es conocida como la ciudad de Copérnico  porque aquí nació el astrónomo en 1473, diferentes monumentos y una casa museo lo recuerdan.
La ciudad de Torun puede presumir de tener un centro histórico gótico de los mejor conservados de Polonia, de hecho, esto le sirvió para su reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

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Gdansk, la perla del Báltico

A orillas del Báltico se encuentra la siguiente ciudad en nuestro itinerario por Polonia, Gdansk, la antigua Dánzing alemana posee un espectacular casco histórico integrado totalmente en su estructura portuaria, desde luego que bien merece el nombre de «La perla del Báltico»

Puede presumir de historia, ya que aquí se desarrollaron tanto los primeros combates que iniciaron la Segunda Guerra Mundial, como las protestas que acabaron con el comunismo en Europa. 

Es una ciudad muy visitada por los propios polacos, los cuales aprovechan días de descanso para acercarse hasta allí a disfrutar de la belleza de sus calles, su gastronomía e incluso de las zonas de baño cercanas. 

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Poznan, tras los orígenes del país

Esta mañana tocó madrugar bastante, atrás dejamos la encantadora Wroclaw para dirigirnos hasta nuestro nuevo destino, una ciudad de la que poco sabíamos hasta ese momento, Poznan. 

A pesar de no ser muy conocida, los orígenes de esta ciudad son muy antiguos, se remontan al siglo VIII cuando era una fortaleza dominada por los eslavos. En el siglo X fue elegida por Mieszko I como sede del estado y como primer obispado de Polonia, así en el año 968 se construyó su catedral, la primera del país. 
La ciudad de Poznan también es conocida históricamente por ser el escenario del levantamiento obrero contra el régimen comunista, dicho levantamiento se conoció con el nombre de «Pan, verdad y libertad» en protesta contra las precarias condiciones económicas, dicho acontecimiento, que tuvo lugar en 1956, dejó más de 70 obreros muertos.
Lo bueno que tiene madrugar es que puedes aprovechar muy bien el día, de esta manera a primera hora de la mañana ya estábamos en la ciudad dispuestos a conocer los lugares más importantes de la misma, si el tiempo lo permitía, pues el día había amanecido bastante nublado y la lluvia amenazaba en cada momento. 
Comenzamos la visita por la Stary Rynek, la Plaza Vieja, el corazón del casco antiguo y lugar lleno de rincones encantadores. Se trata de una de las plazas más bellas de Polonia y en ella destacan las casas de fachadas de colores que antiguamente fueron pescaderías, en la parte de arriba vivían los comerciantes y abajo vendían sus mercancías. 

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La bella Wroclaw

Wroclaw es de esas ciudades de Europa que, en cuanto pones un pie en ellas, sabes que te van a encantar. Se trata de una ciudad situada entre canales,  islas y multitud de puentes que conectan todas las partes de la ciudad, también es conocida como la «Venecia del Norte», aunque esto lo he oído también de otras ciudades y creo que es un apelativo que ya se utiliza con demasiada frecuencia, Venecia es Venecia y ya está.
Wroclaw también es conocida por Bresláu, su nombre en alemán, y es que esta preciosa ciudad del oeste de Polonia, fue una ciudad alemana hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando fue repoblada por polacos de ciudades que quedaron bajo mandato de la Unión Soviética. 
Se denomine de una forma o de otra, lo que sí es bien seguro es que es una ciudad espectacular, con un patrimonio riquísimo que sorprende a cualquier viajero.
Llegamos a última hora de la tarde, aún con bastante luz y enseguida comenzamos a visitar la ciudad, lo primero que llama la atención es su imponente Plaza del Mercado, Rynek, que por sus dimensiones, es la segunda más grande de Polonia después de la de Cracovia. El ambiente que se respira en la plaza es muy agradable, terrazas de restaurantes, artistas callejeros y muchos turistas y locales que no quieren perderse tanta belleza. 
Fachadas de colores que fueron restauradas tras la Segunda Guerra Mundial se asoman a este espacio formando un conjunto monumental.