Peñafiel y visita a las bodegas Briego

Hace tiempo que mi hermana nos regaló un CofreVip para la visita a una bodega que nosotros eligiésemos. Había ido pasando el tiempo y no lo habíamos disfrutado, así que había llegado el momento de hacer uso de ello, aprovechando los días de Semana Santa, decidimos pasar una noche en Valladolid, gracias también al regalo de mi cuñada de otro CofreVip con una noche de hotel, así que el plan salió redondo y como suele decirse «matamos dos pájaros de un tiro».
La elección fue sencilla, habíamos leído ya en varias ocasiones que Valladolid era una ciudad que merecía mucho la pena, una ciudad bastante monumental y con una tradición de tapas espectacular, algo que pudimos comprobar nosotros mismos y que contaré en la siguiente entrada. Además nos gustaba la idea de visitar una bodega de la afamada Ribera del Duero, así que buscando en el catálogo que venía en el regalo, elegimos las Bodegas Briego, sobre todo por su cercanía a Peñafiel, que también queríamos visitar. 
Reservamos por teléfono y el sábado a las doce de la mañana estábamos allí. Las bodegas se encuentran en el pueblo de Fompedraza, a tan sólo 9 kilómetros al sur de Peñafiel. El pueblecito es pequeño, hay varias bodegas de la denominación de origen Ribera del Duero. Antes de la visita y aprovechando que llegamos un poco antes, nos acercamos hasta su iglesia dedicada a San Bartolomé, una pequeña construcción del románico tardío. 

A las doce comenzó la visita a las bodegas Briego, situadas en Carretera de Cuéllar número 5, no tiene pérdida, enseguida se ve la gran puerta con el nombre de las bodegas. 
Es una bodega familiar regentada por tres hermanos donde cada uno tiene una función importante dentro de la misma. El bodeguero (el que se encarga de todo el proceso en el interior de la bodega) fue el que nos guió en la visita y nos explicó, de una forma muy amena, el proceso de transformación de la uva en vino, pasando por todas las instalaciones donde se lleva a cabo ese proceso. La verdad e que es bastante interesante conocer pequeños detalles y curiosidades de este viejo oficio.
Después de la visita realizamos una cata en el interior de la bodega, probamos varios vinos que fabrican allí, desde crianza hasta reserva, y, sin ser una experta en vinos, tengo que decir que me gustó bastante. 
El día que llamé para hacer la reserva en la bodega, pregunté a uno de sus propietarios si podía recomendarme algún lugar para ir a degustar el típico lechazo de la zona, muchas veces es mejor que alguien te indique un lugar donde probar un producto típico, ya que, como sospechábamos, la zona está llena de asadores donde poder comer una ración de esta rica carne. 
Nos recomendó un restaurante que, según él, era uno de los mejores asadores de España, un lugar que se llena los fines de semana y que tuvimos la gran suerte de poder reservar una mesa para cuando finalizase nuestra visita a la bodega. El restaurante se encuentra en el pueblo de Campaspero, cercano a las bodegas, y su nombre es Mannix y aunque puede ser un poco más caro que algunos asadores de la zona, lo recomiendo totalmente. Cuando hice la reserva sólo tuve que decir que éramos dos personas, así nuestro lechazo estaría asado cuando nosotros llegamos a la mesa que habíamos reservado (1/4 de lechazo exactamente jejejej). Conviene reservar con antelación sobre todo para los fines de semana. 
Pedimos un par de entrantes, una ensalada de «marujas» que son como unos berros pequeños y que es bastante típica allí para comer junto al lechazo, y nuestra fuente de carne recién asada y que sólo puedo decir que estaba exquisita.

Para beber no podíamos pedir otra cosa que no fuese un vino D.O. Ribera del Duero y además recomiendo que dejéis un hueco para los postres, son caseros y están de muerte!!!!
Es una excursión totalmente recomendada, desde Madrid son menos de dos horas en coche por la nueva autovía que pasa por Cuéllar, por lo que se puede hacer la visita en el mismo día y volver, aunque si se puede, recomiendo pasar el fin de semana y dormir en Valladolid o alrededores y disfrutar de una experiencia completa, jejeje. 
El pueblo en el que se encuentra el restaurante, Campaspero, es un pueblo típico castellano con cierto encanto.

Después de una comida excelente, nos vamos a pasar la tarde a uno de los pueblos más afamados de esta zona, Peñafiel, donde se encuentra uno de los castillos medievales mejor conservados de nuestro país. 
Peñafiel 

Casi desde cualquier lugar de esta localidad, puede verse su impresionante castillo, una alargada fortaleza con más de 200 metros de longitud y sorprendentemente bien conservada debido a las tareas de restauración que con mucho acierto se han llevado a cabo. 
Antes de subir al castillo visitamos parte de su casco histórico, donde destaca la Iglesia de San Pablo, parte de un antiguo convento fundado por el infante Don Juan Manuel en 1324, está considerado como el mejor monumento de estilo gótico-múdejar de la provincia de Valladolid.

Sin duda el lugar más peculiar de su casco histórico es la Plaza del Coso, donde aún hoy se siguen realizando espectáculos taurinos en fechas señaladas. Es de planta cuadrada, se accede a través de un arco  y está rodeada de casas de estilo castellano con pórticos y balconadas de madera. Es una de las plazas más bonitas de la meseta castellana y desde la misma, se obtiene una de las mejores postales de Peñafiel. 

Ese día no se permitía subir con el vehículo propio hasta el castillo, había que dejarlo en un gran parking y un autobús gratuito te subía hasta la puerta del mismo, quizás es la mejor opción, aunque también se puede subir caminando. 
El castillo de Peñafiel comenzó a levantarse en el siglo X aunque ha sufrido importantes intervenciones a lo largo de los siglos, sobre todo durante el siglo XIV y XV. 
En él se encuentra desde 1999 el Museo Provincial del Vino donde a través de una exposición interactiva, es posible conocer muchos aspectos relacionados con la cultura vitivinícola, desde cómo se planta una vid hasta útiles de medida empleados en la elaboración del vino. 
La visita al castillo son 3,30€ por adulto, y existe la posibilidad de una entrada combinada con el Museo del Vino por 6,60€ por persona, opción que elegimos nosotros y que recomiendo. 
Primero visitamos el castillo en sí, su torre del homenaje y alguna otra sala donde una guía nos explicó parte de la historia de ese lugar. 
Lo mejor de la visita son las vistas que se obtienen del campo de Peñafiel y de la propia localidad, unas vistas que se pierden en el horizonte y que muestran alguna otra fortaleza cercana como el castillo de Curiel de Duero. 

Se puede ver las bodegas Protos con su característica cubierta en forma de racimo de uvas, así como unas pequeñas chimeneas de piedra que antiguamente se utilizaban como salida para la fermentación del vino en las bodegas subterráneas. 
Para terminar, visitamos el Museo Provincial del Vino con la entrada conjunta que habíamos adquirido. 

Después de esta agradable visita a la localidad de Peñafiel (que repetiremos seguro porque nos ha encantado), ponemos rumbo a Valladolid, que se encuentra a 55 kilómetros de allí. Por el camino pasamos por una de las bodegas con más fama de esta denominación de origen, Vega Sicilia. 
En el próximo relato hablaré sobre nuestra visita a la ciudad de Valladolid!!!

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2 comentarios en «Peñafiel y visita a las bodegas Briego»

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