Hoy hace justo un año que llegábamos a New Haven para disfrutar de una de las mejores experiencias de nuestra vida, una estancia en una ciudad americana durante medio año, una estancia que nos dio para descubrir muchos aspectos de la cultura americana, para acostumbrarnos a vivir allí, para descubrir cosas muy bonitas de nosotros mismos, una experiencia que nos permitió descubrir lugares espectaculares, visitar con mucha frecuencia Nueva York, algo que al menos yo, echo mucho de menos, qué raro resultaba salir con el coche y ver señales que indicaban New York!!! Vivir a una hora y media de esa ciudad fue un privilegio que nos permitió disfrutarla de otra manera diferente a cuando hemos ido meramente de turismo, vayas las veces que vayas siempre hay cosas nuevas para ver y claro está otras que siempre repetiremos. 
El motivo de que la estancia fuese en la ciudad de New Haven es porque allí se encuentra la universidad de Yale, donde Diego iba a realizar la estancia de investigación. 
Recuerdo los días previos al viaje, mezcla de emociones, nervios y mucha, mucha ilusión. La preparación de las maletas fue un poco más complicada que otras veces, debíamos llevar ropa de invierno, primavera y verano, algo que resultó un poco complicado de seleccionar jejejeje, pero al final, la noche antes teníamos nuestras cuatro maletas, mochilas y un saco grande de ilusión preparado en la puerta. 
Llegamos al aeropuerto JFK de Nueva York, habíamos contratado un transporte que nos llevaría hasta el hotel que teníamos reservado para los primeros días, el New Haven Hotel. El camino se hizo bastante largo, estaba lloviendo y había muchísimo tráfico de salida de Nueva York hacia todas las poblaciones de la costa. Por fin llegamos a New Haven, dejamos las cosas en el hotel y enseguida salimos a conocer un poco la ciudad en la que íbamos a vivir una temporada. 
Dicen que la primera impresión es la que vale, pues en este caso invadidos por la emoción de lo que nos estaba pasando, tengo que reconocer que nos gustó, dimos una vuelta de reconocimiento y terminamos cenando en el Buffalo Wild Wings, muy americano para comenzar. Estaba lloviendo, hacía bastante fresco (de hecho había aún nieve por la calle) y el jet lag empezaba a hacer de las suyas, así que nos fuimos a descansar, quedaban muchos días por delante!!!
Hubo muchos momentos especiales, como el día que fuimos por primera vez al que iba a ser nuestro apartamento, lo habíamos visto en fotos, pero cuando llegamos allí nos encantó, vimos las posibilidades que tenía y enseguida lo hicimos nuestro hogar. 

Recuerdo nuestra primera comida, fue en el Bangok Garden, un local de comida tailandesa al que después iríamos con mucha frecuencia. La verdad es que son muchos recuerdos, los Chai Latte en el Blue State Coffee, las hamburguesas de los jueves en el Shake Shack, nuestras cenas japonesas, las ricas ensaladas que preparábamos cada día, la Book Store de Yale, las tiendas de Broadway St, los locales de Chapel St, los largos paseos por el campus, los ratitos que pasaba tumbada en el green esperando a que Diego terminase su jornada de trabajo….etc, etc, etc……

La de ratos que me pasaría entre las salas de la Yale Art Gallery, qué gozada porder disfrutar de tanta obra de arte gratis y todas las veces que quisiera….
El gimnasio fue otro de mis lugares más frecuentados en esta estancia, el Payne Whitney Gym no era un gimnasio cualquiera. Por fuera era lo más parecido a una iglesia y su interior era espectacular, siete plantas de gimnasio con todo lo que te puedas imaginar en instalaciones deportivas, qué buenos ratitos!!!
Hoy siento una gran nostalgia por ese lugar, lo reconozco, no fue mucho tiempo el que pasamos allí, sólo medio año, pero fue una experiencia tan intensa que parece que hayamos estado allí mucho más tiempo. 
Recuerdo cuando llegaron mi hermana y mi amiga Gloria, las esperábamos con mucha ilusión y teníamos muchas ganas de enseñarles todo lo que nosotros estábamos descubriendo, al igual que cuando llegaron la madre y la hermana de Diego, para las cuatro era su primera vez en Estados Unidos y todo les llamaba la atención, esos días disfrutamos mucho. 

Aunque la ciudad no ofrece demasiado, vamos que es una ciudad típica americana con sus barrios residenciales y un pequeño downtown,  la universidad de Yale se encarga de que la vida allí sea mucho más agradable, el campus de la universidad es precioso, los edificios son como sacados de una película de Harry Potter, la verdad es que era un gusto pasear por el campus, sentarte a leer en un banco, a pintar o simplemente a observar el ir y venir de la gente, estudiantes, profesores, turistas, etc…

Ufff!!! Qué de recuerdos….Creo que no hay día que pase que no me venga a la cabeza algo relacionado con nuestra estancia, lo que hace que se convierta en más especial aún. Sin duda para los dos fue un momento muy importante, para Diego fue un reconocimiento académico y laboral muy importante, una estancia en una de las universidades más importantes a nivel mundial, para mí, que no tenía esa responsabilidad laboral, fue una experiencia increíble que me permitió tener todo el tiempo del mundo para hacer cosas que me encantan, a ambos nos permitió conocer una cultura diferente desde dentro, descubrir muchos lugares cercanos y no tan cercanos, pues también aprovechamos para hacer alguna escapadita desde allí….. Sin duda recordar todo eso con nostalgia es una sensación muy bonita que hace que ambos nos fuésemos mañana mismo a revivir de nuevo esa aventura.

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