Antes de comenzar a visitar la ciudad, nos instalamos en el que sería nuestro hotel para esa noche, el Qubus Hotel , un hotel perfectamente situado a las puertas del casco histórico de la ciudad, totalmente recomendable y a a vez muy bonito.
El Camino real termina en la Puerta Verde, Brama Zielona, un edificio manierista de 1570. Era la residencia de los monarcas polacos que visitaban la ciudad y en la actualidad está ocupado por el Museo Nacional para exposiciones temporales.
Al salir de la iglesia pronto nos encontramos con un precioso edificio barroco holandés, la Gran Armería . Se construyó en piedra y ladrillo con la función de almacenar armas y munición a principios del siglo XVII.
Continuando con la visita, nos encontramos con el Gran Mercado, Hala Tarowa, otro edificio singular de la ciudad, en su planta baja se encuentran diferentes puestos de comida.
Muy cerca podemos divisar la Torre del Jacinto, Basta Jacek, que marca la linea con las antiguas murallas de la ciudad.
Cerca se encuentra otro edificio renacentista de gran valor, el Ayuntamiento de la Ciudad Vieja, de construido en 1587 posee una torre que nos recuerda a un edificio de estilo holandés, son muchas las semejanzas que posee esta ciudad con los Países Bajos.
Delante del edificio se encuentra un monumento dedicado al astrónomo Hevelius, nacido en esta ciudad y conocido como el padre de la topografía lunar.
Otro de los edificios más representativos de la ciudad que se encuentra junto al ayuntamiento de la ciudad vieja, es el Gran Molino, Wielki Mlyn, edificado sobre el canal Radunia con un enorme tejado y sus ventanitas abuhardilladas. Fue levantado en el siglo XIV por los caballeros de la Orden Teutónica, en su época era el mayor de su género. Es una pena que actualmente sólo pueda verse de ese gran molino el exterior, ya que de su mecanismo interior no queda ni rastro, habiéndose instalado un mercado.
Aquí también encontramos la iglesia más antigua de la ciudad, la Iglesia de Santa Catalina. Fue fundada en el siglo XIII sobre un templo de madera y en el siglo XIV se sustituyó por el actual edificio gótico. En su sótano se encuentra la tumba del astrónomo mencionado anteriormente Johannes Hevelius.
Aunque sin duda el edificio más famoso de la ciudad, y por el que es más conocido, es la Grúa, Zuraw Gdanski. Fue construida en el siglo XV y restaurada siguiendo la imagen de antaño después de la Segunda Guerra Mundial. Tiene una estructura de madera con dos torres semicirculares de ladrillo. En su momento se usaba para cargar y descargar los barcos atracados en el muelle y gracias a la fuerza de los operarios que trabajan allí, lograba alzar hasta dos mil kilos, convirtiéndose en la más eficaz y potente de su época.
Hoy en día forma parte del Museo Marítimo y puede visitarse. Los tickets se obtienen allí mismo y la visita interior merece la pena, sobre todo para darse cuenta del duro trabajo que ejercían con sus piernas las personas que allí trabajaban.
Comienza a lloviznear y vemos que justo enfrente de la Grúa hay atracado un precioso galeón que hace un recorrido para ver la zona de los astilleros y otros puntos importantes de la ciudad, como es a cubierto y parece bastante interesante, no sólo por lo que podamos ver, si no también por el barco en sí, decidimos embarcarnos en el «Perla Negra».
En la desembocadura del Vísutula en el Báltico se encuentra Wasterplatte, donde el 1 de septiembre de 1939 dio comienzo la Segunda Guerra Mundial cuando un acorazado alemán lanzó un primer bombardeo sobre tropas polacas. Hoy lo conmemora un monumento en forma de monolito.
En los astilleros de Gdansk nació uno de los sindicatos más importantes de cuantos han existido en los últimos años, el sindicato Solidaridad, fue impulsado por Lech Walesa, que posteriormente llegó a presidente de Polonia, en oposición al régimen comunista.
Nuevamente en tierra buscamos un lugar para comer en la zona del muelle y encontramos un coqueto restaurante donde podemos sentarnos en la terraza exterior, ahora que le tiempo respetaba, y degustar unos platos de pescado exquisitos.
Brindamos con el licor típico de la ciudad, el agua de oro, un aguardiente dulce con pequeñas láminas de oro en suspensión. Cuando en este relato hablé de la fuente de Neptuno, había dicho que había una leyenda entorno a ella, pues bien, tiene que ver con este preciado licor:
«Cuenta la leyenda que las gentes que pasaban por la ciudad, tiraban monedas de oro a la fuente de Neptuno en busca de suerte, harto de esta situación, golpeó con su tridente el fondo de la fuente con tal fuerza que hizo pedacitos las monedas de oro inundando todo con este precioso metal, incluso el famoso licor Goldwasser»
Nosotros compramos una botella de este licor en un comercio de la ciudad, no es que lo bebamos mucho, casi lo tenemos de recuerdo y sobre todo, para que Diego lo enseñe a orgulloso a todos los invitados que tenemos en casa, jejeje.
Enfrente, al otro lado del río Motlawa, se encuentra atracado el barco mercante MS Solder, que fue el primer barco construido en los astilleros de Gdansk tras la Segunda Guerra Mundial. Es un museo que se puede visitar, aunque nosotros no lo hicimos ya que decidimos adentrarnos nuevamente a callejear por el centro histórico de la ciudad, el cual es en sí mismo un monumento.
Entramos en la calle Mariacka a través de la puerta del mismo nombre, sin duda se trata de una de las calles más bonitas y encantadoras de la ciudad y donde podemos ver muchas tiendas que ofrecen el «Oro del Báltico», el ámbar, una preciada resina fosilizada hace millones de años y que ha sido utilizada desde tiempos de los romanos como moneda de cambio. Gdansk siempre ha gozado de tener una ruta del ámbar que fue abierta por los celtas.
Aprovechamos para comprar algún recuerdo de estre precioso material en una de las tiendas de la calle Mariacka.
Llegamos de nuevo a la calle más monumental de toda Polonia, Dlugi Targ, la calle larga, En el extremo que no habíamos visitado, se encuentra la Puerta Dorada, arco que marcaba el inicio del camino real.
El resto de la tarde nos quedamos disfrutando de esta calle, tomando un café en una terraza de sus numerosos restaurantes, y sobre todo disfrutando del maravilloso ambiente, con lluvia intermitente eso sí, que en algunas ocasiones nos obligaba a refugiarnos en algún lugar, pero aún así tenía su encanto y pudimos disfrutar de la música de artistas callejeros colocados bajo los arcos de las puertas.
La casualidad hizo que coincidiera en la ciudad una contrarreloj de la vuelta ciclista a Polonia, así que tuvimos la oportunidad de ver pasar por la calle larga a los ciclistas participantes.
Presenciamos desde allí mismo un espectacular atardecer con la torre del ayuntamiento como protagonista.
Después de un día muy intenso visitando esta preciosa ciudad, tocaba buscar un lugar para cenar, no dimos muchas vueltas la verdad, nos quedamos en uno de los restaurantes de esta misma calle donde cenamos bastante bien.
Tras un agradable paseo nocturno, nos vamos a descansar al hotel, al día siguiente nos esperaban nuevos lugares para visitar en nuestra particular ruta polaca.