Recuerdo perfectamente nuestras primeras horas en Varsovia. La noche anterior no habíamos dormido nada pues el vuelo salía muy temprano, con eso de tener que estar en el aeropuerto con tanta antelación y dejar el coche en el parking de larga estancia, creo que salimos de casa como a las dos de la mañana, pero con la ilusión que se genera ante cada nueva aventura.
Llegamos a la ciudad muy pronto, teníamos todo el día para disfrutarla!!!
Lo primero que hicimos fue ir a nuestro alojamiento, el fantástico
Polonia Palace Hotel, que reservamos por dos noches con una oferta buenísima. El hotel se encuentra en una ubicación perfecta y desde nuestra habitación teníamos muy buenas vistas de del Palacio de la Cultura y las Ciencias, todo un símbolo en la ciudad.
No quisimos descansar mucho, si llegamos a tumbarnos en la cama nos hubiésemos quedado dormidos todo el día, y decidimos irnos a conocer la ciudad hasta que el cuerpo aguantase, en cuanto no pudiésemos más, era cuestión de volver al hotel y dormir hasta el día siguiente.
En Varsovia coexisten en armonía edificios de la época comunista, como el es caso del Palacio de la Cultura, con un casco antiguo cuya restauración bien ha merecido la declaración de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Dando un paseo enseguida llegamos a la famosa Calle Real, llamada así porque era la ruta que seguían los reyes polacos para trasladarse desde el Castillo Real hasta sus residencias veraniegas, es una calle muy animada, con muchos comercios y restaurantes y que desemboca en la misma plaza del Castillo, a las puertas del casco histórico de la ciudad.
En la misma Calle Real, junto a edificios de gran importancia, se encuentra el monumento del astrónomo polaco Nicolás Copérnico, conocido por su Teoría Heliocéntrica del Sistema Solar.
Tras un primer contacto con la ciudad, llega el momento de empezar a degustar la rica gastronomía polaca, que tengo que reconocer que nos sorprendió bastante y que aún hoy recordamos muchos de sus platos. Esa primera vez pedimos unos pierogi rellenos de setas y un plato de salmón. Los pierogi es una pasta, parecido a unas empanadillas, que se pueden rellenar de diferentes maneras, bien de vegetales o carnes, y que están exquisitos!!! Probaríamos unos cuantos durante todo el viaje, jejeje.
Continuando con nuestro paseo, llegamos a la Plaza del Castillo, donde se encuentra la columna de 22 metros de altura en honor a Segismundo III, levantada en 1644.
En la plaza se encuentra el Castillo Real, cuyos orígenes se remontan al siglo XIV cuando los duques de Mazovia construyeron una fortaleza para controlar el paso del Vístula, se consolida realmente como castillo cuando Varsovia es nombrada capital del reino y pasa a ser sede real
A partir de esta plaza nos adentramos en el encantador centro histórico o casco antiguo de la ciudad, el llamado Stare Miasto.
En una de las callejuelas que salen de la Plaza del Castillo, se encuentra el templo más antiguo de la ciudad, la Catedral de San Juan Bautista. Construida originalmente en madera, se remonta al siglo XIII, siendo en el siglo XV cuando es reconstruida en piedra.
Las estrechas calles del centro histórico están llenas de rincones encantadores, de pequeños cafés, de tiendas de antigüedades, su reconstrucción ha sido perfecta, teniendo en cuenta el estado en el que quedó después de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.
En el centro de la coqueta Plaza del Mercado se encuentra la estatua de la sirena, símbolo de la ciudad de Varsovia.
La leyenda dice que hace mucho tiempo, nadaban por las frías aguas del Atlántico Norte dos hermanas sirenas. La curiosidad que sentían les hizo alejarse del resto dela familia y se adentraron en el Báltico. Una quedó parada en unas rocas en los estrechos de Dinamarca, se enamoró de un pescador y allí quedó, en el puerto de la preciosa ciudad de Copenhague.
La otra hermana, llamada Szawa, continuó nadando hacia el este y decidió remontar el cauce del río Vístula, parándose en una pequeña aldea de pescadores en el interior de la actual Polonia.
Su diversión era jugar a espantar los peces a los pescadores, enredar los sedales, etc., por lo que los pescadores intentaban capturarla una y otra vez, pero cuando la tenían cerca, la sirena entonaba sus bellos cantos y quedaban embobados ante tanta belleza.
Un mercader de la región escuchó la historia y tapándose los oídos para no resultar hipnotizado por su canto, logró atraparla y encerrarla en una jaula. Con ella recorría ferias y mercados ganando dinero a costa de la sirena.
Un día que Szawa lloraba en su jaula, un joven pescador llamado War escuchó los lamentos y se acercó a ella. Sintió pena y con ayuda de unos amigos consiguió liberarla. En agradecimiento, la sirena decidió quedarse a vivir con ellos, prometiéndoles ayuda en todo lo que necesitasen.
Desde entonces el lugar se llama Warszawa y la sirena porta una espada y un escudo para defender la ciudad.
Paseando llegamos hasta la Barbacana, una construcción de 1548 que formaba parte de la muralla de la ciudad vieja. Durante la Segunda Guerra Mundial quedó totalmente destruida, pero tras su finalización, se decidió restaurar junto con parte de la muralla.
Al final de la calle Ulica Freta, se encuentra la Plaza del Mercado de la Ciudad Nueva, mucho más amplia que la anterior, con agradables terrazas y dominada por la iglesia de San Casimiro.
Allí aprovechamos para sentarnos a descansar un rato y es donde empezamos a darnos cuenta de que el sueño se está apoderando de nosotros, poco más aguantaríamos teniendo en cuenta que no habíamos dormido nada la noche anterior.
Varsovia es una ciudad donde puedes encontrar rincones realmente encantadores, sólo basta dar un paseo por las callejuelas del casco histórico, para quedarte prendado de ella.
Bancos en los que te sientas y puedes escuchar música, láminas donde puedes comparar cómo era la ciudad antiguamente, calles con locales encantadores…. todo eso es posible en esta ciudad.
Poco a poco vamos buscando un sitio donde cenar algo y retirarnos a descansar, encontramos un buen lugar en la calle Real, allí pedimos dos platos para compartir, acompañando con unas cervezas y nada más cenar nos fuimos a dormir, no recuerdo ni cómo me metí en la cama, lo que sé es que dormimos del tirón hasta que el cuerpo quiso…..
Al día siguiente teníamos que seguir descubriendo otros lugares de la ciudad, así que no os perdáis la siguiente entrada!!