Tras un merecido descanso en el Big Texan de Amarillo, continuamos con nuestra ruta prevista. Paramos en una tienda llamada RV Cadillac, con un vaquero gigante en la puerta que recibe a todos los que quieran parar, además hay una pequeña colección de coches antiguos.
A pocos kilómetros se encuentra una de las atracciones más famosas de la Ruta 66, el Cadillac Ranch, un conjunto de cadillac clavados en el suelo literalmente, un proyecto que fue financiado en 1974 por el excéntrico millonario texano Stanley Marsh III.
A decir verdad no fue de las cosas que más nos gustaron, los coches se encuentran en una zona donde hay ganado, y ese día tras una tormenta de la noche anterior, estaba todo lleno de barro, además la gente lleva hasta allí montones de botes de spray de colores para dejar su huella en los coches y allí quedan tirados los botes, ensuciando todo el entorno. Los coches son en realidad sólo la chapa exterior, allí poco queda de la elegancia de los cadillac, pero en fin, ya que pasamos justo al lado merece la pena parar aunque sólo sea para verlo y poder opinar.
En el estado de Texas se encuentra el punto medio de la Ruta 66, concretamente en la localidad de Adrian, lugar sin más interés que el Mid Point Cafe justo al lado del punto que indica que te encuentras en la mitad de la ruta, es decir que tienes las mismas millas hasta Chicago que hasta Los Angeles. En su interior hay una cafetería ambientada en la ruta y una pequeña tienda de souvenirs.
Nosotros seguimos dirección Tucumcari, en el estado de New Mexico, donde nos encontramos con unos espectaculares murales alguno de los cuales llegan a medir 38 metros de largo y casi 7 metros de alto, para mí se trata de uno de los imprescindibles de la ruta, pues además de los murales, se encuentran varios moteles míticos de la Ruta 66, joyas del pasado que alguno sigue en funcionamiento.
Hay que reconocer que para los amantes de la fotografía, como yo, todas las paradas de esta ruta se convierten en un escenario donde disparar con la cámara a cada rincón, a cada pequeño detalle….. miles de fotos, seguro que más de uno lo entiende.
De los moteles, los más destacados de Tucumcari son el Cactus Motel y el famoso Blue Shallow Motel con su inconfundible neón.
También en Tucumcari se encuentra la «Tee Pee Curios», una típica tienda de souvenirs muy chula donde nos hicimos con algún artículo de la Ruta 66 para decorar nuestra casa, concretamente unas matrículas de coches antiguas del estado de Texas y de Arizona. Según avanzábamos a través de la ruta, íbamos consiguiendo más firmas en nuestro particular libro de imágenes de la Ruta 66.
A la salida de Tucumcari nos encontramos con una de las tiendas de antigüedades más chulas de toda la ruta, la «Trading Post», con miles de objetos relacionados con la «Carretera Madre», regentada por un auténtico hombre del oeste americano que, a pesar de su imagen de «duro», con pistola incluida, nos trató con muchísima amabilidad, haciéndonos descuentos en algunas cosas que compramos, para nuestro árbol de navidad, y ofreciéndose para hacernos las fotos en los mejores rincones del lugar, incluso cediéndonos por un momento su preciado sombrero.
Con bastante pena nos vamos de la Trading Post, si no fuera por el problema del equipaje me hubiese llevado alguna cosa más….., y seguimos con nuestra ruta hasta llegar a Santa Rosa, conocida también como la ciudad de los lagos. la cual data de 1865 que se hizo famosa tras la llegada del ferrocarril y de la 66. Merece la pena parar en la entrada del pueblo en el «Route 66 Auto Museum» una gran exposición de preciosos vehículos de diferentes épocas.
Continuamos hasta la antigua ciudad de Santa Fe, localidad que celebró en 2008 su 400 aniversario. Es una ciudad muy diferente a las que habíamos visto a lo largo de la ruta ya que tiene una arquitectura muy característica, había un gran ambiente en su plaza de 1610, llena de puestos ambulantes y gente sentada escuchando música. Visitamos su catedral, dedicada a San Francisco de Asís.
Dejamos Santa Fe para dirigirnos a Albuquerque, antes de ir al hotel en el que nos alojábamos esa noche,, buscamos la casa de Walter White, alias Heisenberg, de la famosa serie «Breaking Bad», para Diego una de las mejores series de los últimos tiempos.
Nos alojamos en un motel de la cadena Dayn Inn y tras dejar nuestras cosas nos fuimos a dar una vuelta por la universidad UNM (Universidad de New Mexico), ya que unos amigos habían estudiado allí su doctorado y nos hacía ilusión ver los lugares en los que habían pasado una larga temporada.
Por recomendación de Miki y Nuria, nuestros amigos que vivieron en Albuquerque, cenamos en el restaurante Frontier, que se encuentra muy cerca de la universidad y donde nos comimos sus típicos burritos.