Antes de empezar a preparar nuestro viaje por Suecia, no había oído hablar de esta región, la Costa Bohuslän, una zona plagada de islas en la que se encuentran preciosos pueblos de pescadores con sus casas de madera.
En la preparación del viaje influyó claramente la necesidad de pasar por dos ciudades obligatoriamente, pues Diego tenía unas reuniones de trabajo, así que con estas ciudades señaladas en el mapa organizamos un viaje por la zona en el que esta región de la costa oeste sueca se convirtió en casi en el destino principal. Cuantas más imágenes veíamos de este lugar más nos apetecía que llegase el día de estar allí y poder disfrutarlo con nuestros propios ojos. 
Esta costa se llena de turistas en los meses de julio y agosto, meses en los que en esta zona puede disfrutarse de un buen clima. Nosotros llegamos en el mes de septiembre y los turistas ya se habían ido, por un lado pudimos disfrutar de los paisajes casi para nosotros solos, no había que esperar para comer y el alojamiento era asequible, pero por otro lado, nos hubiese gustado disfrutar del ambiente de esos pueblos con gente, con las terrazas de los restaurantes llenas, con los puestos abiertos…., pero en fin, todo no se puede y nos quedamos con la manera en que lo disfrutamos entonces.

Salimos de Gotemburgo y ponemos rumbo a nuestra primera parada ya dentro de la región de Bohuslän, Rönnäng, un tranquilo pueblo de pescadores de casas de madera  como la mayoría de los que veríamos en esta región. El color predominante de las casas es el rojo, lo cual hace que destaquen sobre el paisaje. 

El siguiente pueblo que visitamos es Kladesholmen, muy parecido al anterior en cuanto a la arquitectura. Este pueblo vivió hasta hace poco de la pesca y de la plantas procesadoras del arenque, hubo hasta 30 plantas funcionando a la vez, hoy quedan muy pocas, pero la sensación al pasear por sus calles es de haber retrocedido en el tiempo. Su iglesia y la escuela tienen una situación privilegiada con unas preciosas vistas al mar. Quizás este pueblo es de los menos turísticos de esta zona y eso hace que tenga un encanto especial.

Después de esta visita llegamos a uno de los pueblos más pintorescos de esta zona, Mollösund, el más antiguo de la costa de Bohuslän, con sus estrechas callejuelas que te permiten adentrarte por el entramado de casas que se sujetan sobre rocas colocadas unas encima de otras, la verdad es que sorprende esa forma de mantenerse sobre el agua.

Merece la pena perderse por sus calles, pasear entre sus casas de madera para encontrarse con rincones encantadores.

Aún en la parte de atrás de algunas casas, pueden verse pescados secándose al sol para conservarlo durante más tiempo.
 La costa está llena de pequeñas islas lo que hace que en ocasiones tengamos que coger un ferry para poder pasar de un lado a otro. Nuestro siguiente destino era Lysekil, al que llegamos tras varios transbordos en ferry, algo que puede resultar bastante divertido, pero que hay que contar con ello si se tiene prisa por llegar a un lugar, pues puede llevarnos bastante tiempo.
Lysekil, hoy no es ni su sombra de lo que fue antaño, hace años era un centro termal muy importante al que acudía gran parte de la nobleza de la zona, posee preciosas casas de madera que se conservan de esa época. Como en los otros pueblos visitados, encontramos muy poca gente por las calles, la mayor parte de las tiendas estaban cerradas, pero al menos el tiempo era muy bueno para poder disfrutar de la visita.

Llegamos a Smögen, para nosotros el gran protagonista del litoral con un precioso paseo marítimo entarimado que lleva hasta unas encantadoras casitas de colores que eran usadas antiguamente por los pescadores para guardar sus enseres. Hoy en día se alquilan a turistas y, aunque estaban cerradas, se podía ver a través de sus ventanas que estaban decoradas con mucho gusto.  Ya no hay actividad en el pueblo, pero podemos hacernos una idea de lo que puede ser en pleno verano, el paseo marítimo lleno de puestos y terrazas donde degustar sus famosas gambas. Durante nuestra visita aún había abiertas algunas tiendas de productos típicos.

 A la salida del pueblo paramos a observar unas preciosas vistas del mismo desde otra perspectiva, el conjunto de casitas, barcos y pequeños islotes configuran un paisaje muy bonito.

Queríamos haber llegado a visitar Fjällbacka, pero ya quedaba poca luz y decidimos ir a nuestro alojamiento, el encantador B&B Emma situado en la localidad de Strömstad, cerca de la frontera con Noruega. La verdad es que nos cuesta un poco encontrar la casa en la que se encuentra, pues está en una zona de acceso restringido al tráfico y el GPS se hizo un poco lío, suerte que la dueña nos estaba esperando y cuando vio pasar un coche (aunque nosotros nos pasamos de largo), nos llamó por teléfono dándonos las indicaciones perfectas. Además nos llevó hasta nuestra habitación, situada en el ático de la casa y nos dejó un chocolate caliente con galletitas. La habitación era de madera blanca y estaba decorada con mucho gusto, nada más llegar comenzó a llover, lo que hizo que se convirtiese en un lugar mucho más acogedor pues al estar en el ático, oíamos el agua al caer sobre el tejado, no sé si fue esto o el cansancio del día, pero recuerdo que caímos rendidos en la cama.
Al día siguiente nos esperaban nuevas visitas, entre ellas el precioso pueblo de Fjällbacka y un conjunto espectacular de pinturas rupestres.

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