El glaciar Stubai se encuentra a tan sólo 40 kilómetros de Innsbruck y es un lugar donde se puede esquiar durante todo el año con más de 100 kilómetros de pistas para todos los niveles. Da nombre a todo el valle, Stubaital (Valle del Stubai) y aunque no se vaya a esquiar, merece la pena acercarse hasta allí y subir en uno de sus muchos funiculares y llegar hasta el «Top of Tyrol» a 3210 metros de altura, para disfrutar de unos paisajes nevados espectaculares, eso sí, hay que abrigarse bien pues allí arriba el frío es de verdad.
A primera hora de la mañana dejamos nuestro hotel en Innsbruck y ponemos rumbo al Stubaier Gletscher (Glaciar de Stubai), para ese día no pagamos el desayuno del hotel y decidimos parar en uno de los pueblecitos por donde pasamos y tomarnos un café caliente con unas tostadas. El día había amanecido algo lluvioso y se notaba que nos estábamos acercando al glaciar, pues cada vez veíamos más nieve en las montañas.
A la llegada al Glaciar, el coche hay que dejarlo en una zona de aparcamiento habilitada y desde allí salen unos autobuses que te acercan hasta la misma entrada. Para los que no van a esquiar hay una entrada especial sólo de visitante y con eso puedes acceder a todos los funiculares. La entrada para llegar hasta el Top of Tyrol creo recordar que fueron alrededor de los 24 euros.
Cuando empiezas a subir empiezas a descubrir por qué es de los sitios más demandados para esquiar, las pistas son perfectas para deslizarse sin tener que esquivar árboles ni ningún otro obstáculo y el paisaje, pues un de un blanco perfecto. Ni siquiera el aire frío que allí se sentía, pudo impedir que disfrutásemos de aquella maravilla.
Una de las cosas más chulas que se puede hacer allí es la visita a la Eisgrotte (Cueva de hielo). Debes seguir las indicaciones bajando por una empinada cuesta nevada, en la que seguramente te vas a escurrir más de una vez, jejeje, y enseguida encontrarás la entrada de esta cueva. Dentro la temperatura es más agradable y puedes dar un paseo a lo largo de los pasillos excavados en el hielo, observando las capas formadas y el color del mismo.
Después de esta divertida visita, continuamos subiendo por otros funiculares para tener otras vistas del valle glaciar, hasta llegar al Top of Tyrol, a 3210 metros de altura y donde el aire frío era casi insoportable, hay una plataforma desde la que se pueden ver unas vistas maravillosas de todo el paisaje nevado.
Nos montamos nuevamente en el funicular para ir a otra de las zonas de la estación y aprovechar para comer en uno de sus restaurantes. Desde las cabinas del propio funicular las vistas también son espectaculares.
Ya en el restaurante, encontramos una mesa en el interior a la que le daba un poco el sol y allí estuvimos fenomenal mientras nos tomamos un par de sopas calientes y un típico schnitzel austríaco. La verdad es que las sopas nos entonaron el cuerpo y nos vinieron de maravilla para paliar un poco el frío que hacía.
Después de comer descansamos un poco al sol y descendimos en otro funicular. Ya abajo esperamos el autobús para llegar hasta el aparcamiento donde teníamos el coche
Antes de llegar a nuestro alojamiento para esa noche, paramos en de Neustift im Stubaital, un encantador y tranquilo pueblecito del valle de Stubai. Visitamos su bonita iglesia y el cementerio adosado a ella y dimos un paseo por su calle principal disfrutando de la decoración navideña de alguno de los locales.
Nuestro alojamiento para esa noche se encontraba en la cercana localidad de Fulpmes, era el Gasthof Gröbenhof, una típica y bonita casa de madera. Nuestra habitación tenía una terraza desde la que teníamos unas bonitas vistas.
No sabíamos muy bien dónde dirigirnos para pasar el resto de la tarde y aprovechar para cenar, ya que habíamos visto que estos pueblos son demasiado tranquilos y nos arriesgábamos a que no hubiese nada abierto, así que preguntamos en el propio hotel y nos recomendaron acercarnos hasta la localidad italiana de Vipiteno, sí he dicho bien, esta localidad se encuentra ya al otro lado de la frontera, en los alpes italianos. Su nombre en alemán es Sterzing y aunque llegamos ya de noche, desde luego que mereció la pena!!! Es una localidad preciosa, con calles medievales y fachadas decoradas con muy buen gusto. Como en muchos pueblos de esta zona, en Sterzing también había un mercadillo de navidad en el que pasamos un buen rato recorriendo todos sus puestos, como en otros, aquí también compramos un recuerdo para nuestro árbol de navidad.
Ya que estábamos en Italia, aunque sólo fuese por unas horas, decidimos cenar en una pizzería de la calle principal. Pedimos de entrante un plato de embutidos y una exquisita pizza para compartir hecha en horno de leña.
Después de la cena, dimos un último paseo por la iluminada calle principal y fuimos a recoger nuestro coche al aparcamiento para volver a nuestro hotel, ya tocaba descansar.