Continuando por detrás de esta iglesia se llega hasta la Gran Sinagoga, un bonito edificio de principios el siglo XX que sirve, no sólo como lugar de culto, si no también como centro cultural para la comunidad judía de Roma. Los tres últimos papas han hecho sendas visitas a la Gran Sinagoga, actos que han servido para intentar mejorar las relaciones entre la iglesia y el judaísmo.
Desde ahí se toma la Vía del Portico d’Ottavia, que lleva hasta el Portico d’Ottavia, un gran frontón de mármol soportado con columnas que en estos momentos se encuentra en obras de restauración y poco se puede ver de él. Una vez en esta vía, se pueden ver las fachadas de las viviendas que formaban parte del gueto, las que quedan a la derecha son más antiguas, ya que las de la parte izquierda fueron demolidas para ser construidas nuevamente debido a las malas condiciones en las que se encontraban.
En el siglo XV había cierto interés por el arte antiguo, es por eso que algunas personas construyeron sus viviendas de acuerdo a los cánones de las antiguas casas de Roma, de ahí que un tal Lorenzo Manilio construyó en 1468 su casa en los números 1 y 2 de esta calle. Si nos fijamos bien por encima de los toldos de los restaurantes que hay en los bajos del edificio, se pueden ver inscripciones clásicas en latín y relieves romanos.
En la esquina, sin rótulo, se encuentra la antigua pastelería Boccione, donde se pueden degustar típicos dulces judíos.
Aquí se encuentra también la Piazza delle Cinque Scole, llamada Piazza Giudea incluso por los propios judíos.
Muy cerca sale la Via Reginella y continuando por ella podemos llegar a la Piazza Mattei, donde se encuentra la original Fontana delle Tartarughe (la fuente de las tortugas), construida en 1580 y que representa a cuatro chicos levantando tortugas para meterlas en un gran cuenco.
Desde esta plaza se puede continuar por Via dei Funari y entrar al patio del Palazzo Caetani, se puede entrar perfectamente sólo para observar las esculturas que hay en las paredes de este patio. La verdad es que es impresionante la cantidad de obras de arte que existen en esta ciudad, no sólo en los museos ni en las zonas de mayor interés monumental, es que en cada rincón puedes encontrar cosas espectaculares.
Perdiéndote un poco por los callejones, se pueden encontrar rincones realmente encantadores, es de lo que más me gusta de poder disfrutar esta ciudad sin prisa.
Por aquí también encontramos la Iglesia de Santa Maria in Capitelli, en la plaza del mismo nombre. Sorprende lo que puedes encontrar en el interior de las iglesias de Roma, así que yo animo a que también se visiten, es verdad que en una corta visita a la ciudad no da tiempo para mucho y la mayoría de los visitantes se quedan en los monumentos principales, pero algunas iglesias son verdaderos monumentos y esconden joyas de los mejores escultores y pintores del mundo, ya iré escribiendo y poniendo fotos sobre alguna de ellas que merecen mucho la pena.
Antes de dejar este barrio, recomiendo comer en alguno de los restaurantes de la Via di Portico d’Ottavia alguno de los platos preferidos de origen judío, como las Caciofi alla Giudea (alcachofas fritas) que se ha convertido en uno de los platos más típicos de la ciudad.
Nosotros comimos fenomenal en uno de ellos y probamos, como no podía ser de otra manera, las típicas alcachofas fritas que estaban exquisitas, además de falafel con humus y una ensalada tabulé.
Se puede continuar la visita cruzando el Puente Fabricio, el más antiguo de la ciudad que data del 62 a.C, y cruzando a la cercana Isola Tiberina, y de ahí hasta el Trastevere que dará para más de un relato porque es uno de los lugares más encantadores de la ciudad.