Día 16. Fushimi Inari y Nara, Japón en estado puro

Antes de viajar a Japón, si había una imagen que se me venía a la cabeza cuando pensaba en este país, era la de los miles de Toriis del Templo Fushimi Inari de Kioto, seguramente la película de Memorias de una Geisha tenga mucho que ver ya que todos recordamos la escena de la pequeña aprendiz de geisha corriendo por los interminables pasillos de Toriis, me gustó mucho y sabía que tarde o temprano yo también tenía que ir allí. 





Amanecimos en nuestro ryokan en Kioto y la propietaria del mismo nos ayudó a rellenar los documentos para enviar nuestras maletas hasta el hotel de Osaka, como siempre, la amabilidad de esta gente es impresionante, prácticamente ella se encargó de todo. Nuevamente utilizamos el servicio de envío de maletas de una ciudad a otra porque íbamos a hacer una excursión muy especial en la que no nos apetecía ir cargados con las maletas. 


Partimos hacia la estación de Kioto donde aprovechamos para desayunar, la estación de Kioto es espectacular, un precioso edificio futurista que parece una ciudad en sí misma. 


Desde allí tomamos el tren que nos llevaría hasta la estación de Inari. Hay que ir al anden de la línea JR de Nara y coger un tren local, parten de los andenes 8, 9 y 10 y son fácilmente reconocibles porque son de color verde y un poco más viejos que otros trenes del país. 

Al llegar a la estación de  Inari, dejamos nuestras mochilas que habíamos preparado para los dos días siguientes en un coin locker, OJO, la estación es pequeña y no hay muchos!!! Tuvimos suerte de encontrar uno libre y no tener que cargar todo el rato con las mochilas. 

Nada más salir de la estación, un gran Torii rojo nos marca el camino que debemos seguir, aunque no hay pérdida, muchas personas se dirigen hacia el mismo lugar. 

Fushimi Inari es un lugar muy visitado, no sólo por turistas, si no también por los propios japoneses, así que debéis ir preparados para encontraros con medio Japón allí…..

El templo de Fushimi Inari está dedicado al dios Inari, el dios del arroz, considerado como símbolo de riqueza. Es el dios de todos los que se dedican a los negocios y comercio. Los comerciantes donan al templo los toriis con su nombre para que el dios Inari proteja sus negocios y éstos sean prósperos. Deben tener mucha fe en este dios a juzgar por la cantidad de toriis que se acumulan en el recinto. 

Por todo el complejo del templo podemos ver la imagen del zorro o kitsune, ya que es considerado como el mensajero del dios Inari. En la boca lleva una llave, la que abre y cierra el lugar donde se guarda la cosecha de arroz, símbolo de la riqueza. 

Empezamos a caminar a través de los toriis, reconozco que era muy emocionante para mí, pues era uno de los lugares que siempre había querido visitar. 

Aunque había bastante gente, siempre podías esperar un poco y hacer alguna foto en solitario, también es verdad que cuanto más avanzabas en el camino, menos gente iba quedando. 

 No es difícil imaginarse la cantidad de fotos que pudimos hacer en este lugar!!! 


Merece la pena no sólo quedarse en la parte donde comienzan los caminos de toriis, hay que continuar subiendo (aunque el calor y la humedad eran insoportables ese día)

Como en la mayoría de los templos en Japón, en Fushimi Inari también se pueden comprar las típicas tablillas de madera, ema, pero en este caso no la colgamos allí, se vino con nosotros para formar parte de nuestro árbol de navidad viajero (no tiene mucho que ver con la navidad, pero a nosotros nos trae muy buenos recuerdos jejeje)




Volvemos a la estación para coger el tren que nos llevará hasta nuestro siguiente destino, Nara, otra de las ciudades que considero imprescindibles en un viaje a Japón. 


Una vez en la estación de Nara, tomamos el autobús número 81 (210 Yenes) que nos dejó en una parada que se encontraba muy cerca de nuestro hotel. El hotel que habíamos elegido para nuestra noche en Nara es el New Wakasa, (podéis ver nuestros alojamientos en el viaje aquí) y la verdad es que fue uno de los caprichos de nuestra ruta. 

Es un hotel precioso, lleno de detalles por todas partes, nos atendieron de maravilla!!!
Por todas partes había imágenes de uno de los símbolos de la ciudad, los Ciervos, de hecho en la recepción nos regalaron un paquete de galletas de ciervo a cada uno para que les diésemos de comer!



Dejamos nuestras mochilas en la habitación (que era preciosa) y nos fuimos a buscar un lugar para comer antes de empezar con las visitas. 
En el hotel nos recomendaron un pequeño restaurante que se encontraba a cinco minutos caminando donde preparaban Udon, unos típicos fideos elaborados con arroz, en el local vendían muchos dulces elaborados con pasta de arroz que al parecer son muy famosos. 




Desde allí nos fuimos directamente a una de las mayores atracciones de la ciudad, el Templo Todai-ji, el cual se encuentra en el mismo Nara-Koen, el gran parque que ocupa una gran extensión de la ciudad y donde viven los famosos y hambrientos ciervos jejejeje.


El Todai-ji es el templo donde se encuentra la sala Daibutsuden, donde podemos ver al icono de la ciudad, con permiso de los ciervos, el Gran Buda, Daibutsu


El templo es la construcción de madera más grande del mundo, data del 752 y era el templo central del budismo en Japón, cuando estás allí te das cuenta de sus dimensiones, aunque lo que vemos hoy en día es una reconstrucción bastante fiel pero algo más pequeña. 




Antes de llegar hasta la sala donde se encuentra el Gran Buda, debemos atravesar la Nandai-mon, la enorme puerta de madera que se encuentra custodiada por unas imponentes tallas de madera. 
A 200 metros de esta puerta se encuentra el templo propiamente dicho. 


Aunque la entrada al recinto del Todai-ji es gratuita,  entrar en la Daibutsuden hay que pagar un ticket de 500 yenes por persona. 


En el interior destaca la gran figura de bronce de 16 metros del Gran Buda, sin palabras me quedé cuando lo tuve delante. Por mucho que leas de su tamaño no te lo puedes imaginar realmente hasta que no estás allí!!! Me pasó algo parecido con el Buda de Kamakura con el que también me quedé alucinada. 






Pasando por detrás del Gran Buda nos encontramos con una columna de madera con un orificio en su base, se dice que quienes puedan pasar a través de él alcanzarán la iluminación. El agujero de la columna es del mismo tamaño que los orificios de la nariz del Gran Buda, de ahí nos podemos hacer una idea del gran tamaño de esta estatua, una de las más grandes del mundo.


Salimos del Daibutsuden y nos quedamos un rato observando cómo la gente hace sus ofrendas, sus rezos….Es algo que me llevo de Japón, la espiritualidad de la gente. 




Continuamos caminando hacia dos pequeños templos que en realidad forman parte del mismo complejo del Todai-ji. Están en una pequeña colina a la que se lleva por un agradable paseo. Se trata de los templos Nigatsu-do y Sangatsu-do. 


Desde allí se pueden disfrutar de unas bonitas vistas desde una de sus terrazas que, de alguna manera, nos recuerda un poco a uno de los templos más bonitos que visitamos en nuestro viaje, el Kiyomizudera


Encontramos una curiosa fuente en la que el agua caía como en una pequeña cascada, nos vino muy bien para refrescarnos del sofocante calor. 






Seguimos paseando por el enorme parque en el que hay pequeños templos a cada paso, cada vez nos vamos encontrando con más ciervos, se notan que están muy acostumbrados a la gente y en seguida se acercan por si les cae algo de comida. 






En esta zona del parque empezamos a caminar entre senderos flanqueados por cientos de farolillos, así como los miles de ciervos que aparecían en cualquier lugar. Menos mal que llevábamos algunas galletas de ciervo que nos habían dado en el hotel y podíamos ir dándoles de comer jejeje, madre mía qué pesados que llegan a ser!!!


El Torii rojo marca la entrada al santuario sintoísta más famoso de la ciudad, el Kasuga Taisha, famoso por sus miles de farolillos, no sólo en los senderos de alrededor del mismo, si no en el interior del propio santuario. En los caminos que llevan hasta allí se pueden ver más de 2000 farolillos de piedra. 



En 1998 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco como parte de los monumentos históricos de la antigua ciudad de Nara. Es uno de los santuarios más antiguos de todo Japón, especialmente bonito por encontrarse en los pies de dos montañas sagradas y rodeado de mucha vegetación, a parte del encanto que le dan también los ciervos que deambulan a su antojo por todo el complejo. 


Como estábamos muy cansados y queríamos aprovechar también las instalaciones del hotel, poco a poco nos fuimos dando un paseo hasta el mismo, antes pasamos por una enorme pradera donde había un montón de ciervos, Diego había comprado algunas galletitas más para darles de comer y en cuanto notaban que sacabas algo de la mochila, era un espectáculo, me sentía como Hamelin con su flauta jejejeje, sólo que en vez de pequeños ratones, eran ciervos de un tamaño bastante considerable que invadían tu espacio a la mínima. 

Ya que pasábamos casi por la puerta, entramos al templo Kofuku-ji, un gran complejo que fue trasladado a Nara desde Kioto en el año 710.

En el complejo destaca la Gran Pagoda de cinco pisos, la segunda más alta de Japón por detrás de la de la del templo To-ji de Kioto, pero sólo por unos pocos centímetros. 

La Sala del Tesoro estaba cerrada ya, así que decidimos acercarnos a la mañana siguiente de camino a la estación y ahora irnos al hotel a descansar. 


En el hotel nos recibieron con un té frío y unas toallas mojadas para refrescarnos, así que estuvimos un rato en el hall del mismo hasta que nos lo tomamos. Preguntamos a unos de los empleados si había disponibilidad para utilizar el jacuzzi y nos lo reservó para una hora más tarde, él mismo se encargaría de ir a buscarnos a la habitación para acompañarnos. 

En la habitación teníamos nuestras yukatas que utilizamos para ir hasta la zona donde se encontraba el jacuzzi, una terraza desde la que vimos atardecer sobre Nara, con una habitación con llave donde se encontraba el baño. Fue uno de los mejores momentos de nuestro viaje, un momento de relax después de días agotadores de visitas. 



Después de este momentazo, nos fuimos a duchar y a prepararnos para ir a cenar, teníamos incluida tanto la cena como el desayuno del día siguiente. Cuando llegamos teníamos nuestra mesa asignada y nos empezaron a servir platos a cada cual más exquisito!!! Qué bien cenamos y qué atención por parte de todos los empleados del hotel!!


Nuestra estancia en Nara coincidió con el Nara Tokae, un festival anual que se celebra durante algunas noches de agosto en diferentes puntos del Parque de Nara. No quisimos perdernos este espectáculo y después de cenar salimos a dar un paseo por los alrededores del Templo Todai-ji. Había velas por todas partes, algunas formando figuras como la fecha, corazones…. Era muy emocionante y se respiraba un ambiente mágico, nosotros también encendimos nuestra propia vela que compramos en uno de los puestos.

Cuando llegamos a nuestra habitación, ya nos habían montado los futones en el suelo, dormimos de maravilla!!!
A la mañana siguiente, bajamos a desayunar, nos sirvieron una bandeja para cada uno con una serie de platos que no sabíamos lo que era cada uno, unos estaban mejor que otros, la verdad, también es posible que a esas horas no entraran muy bien determinados productos, jejeje!!



Subimos a la habitación a vestirnos (habíamos bajado a desayunar en yukata) y a por nuestras mochilas y tras hacer el checkout, dejamos con bastante  pena el hotel….

Decidimos ir caminando hasta la estación de Nara, para así parar en el templo que habíamos estado la tarde anterior, el Kofuku-ji, para visitar la sala donde se encuentran las estatuas doradas. El ticket son 300 yenes por persona. 




Ya en la estación cogimos el primer tren que nos llevaría hasta nuestro siguiente destino, pero eso ya será en el siguiente post!!!! 

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