La verdad es que hay ciudades que nunca olvidas, por unas cosas o por otras. Para nosotros Ystad es una de ellas, es una ciudad medieval preciosa, con un encanto especial, fue el final de un viaje espectacular por Suecia y ella vivimos momentos inolvidables.
Sus casas de color pastel, alguna de ellas con entramado de madera y sus tortuosas calles empedradas le dan ese encanto que tienen las ciudades medievales.
Ystad es muy conocida por ser el lugar donde se rodaron las peripecias de Kurt Wallander, un policía que protagoniza de una serie basada en la novela negra del autor Henning Mankell.
Entramos en su iglesia principal,la Iglesia de Santa Maria, un gran edificio de ladrillo rojo de estilo gótico hanseático. Su interior es muy bonito y en él destaca un espectacular púlpito.
Justo al lado de esta iglesia se encuentra uno de los edificios más famosos de la ciudad, se trata de Latinskolan, un edificio de ladrillo rojo del siglo XV que albergaba la escuela, según dicen, la más antigua de Escandinavia.
Paseamos por sus tranquilas calles disfrutando de la belleza de sus construcciones. A pesar de ser uno de los destinos literarios de moda y que en la oficina de turismo realizan varias rutas relacionadas con la novela policíaca mencionada, Ystad estaba bastante solitario, quizás influía que el día estaba gris y lluvioso, pero para nosotros quizás tenía un encanto especial así.
Sobre todas las casas de entramado de madera de la ciudad, destaca la Anglahuset, situada en Stora Norregatan, una antigua y preciosa casona que data de 1630.
En 1267 se fundó en la ciudad un monasterio franciscano, el Klostret i Ystad, el cual puede visitarse y disfrutar de su precioso jardín con plantas de cocinar y un espectacular jardín de rosas de diferentes variedades y colores.
Después de recorrer sus calles nos vamos a ver las famosas playas del sur de Suecia. Aparcamos nuestro coche en una zona de entrada a una playa, éramos los únicos visitantes en ese momento, teníamos toda la playa para nosotros solos, pero el tiempo no acompañaba ni para quitarse las zapatillas y meter los pies en el agua, jejejeje, así que Diego, que es un poco más valiente que yo en cuanto a las temperaturas, no quiso perder la oportunidad de tocar el agua del Báltico y comprobar él mismo su baja temperatura. A pesar de no estar apetecible para el baño, el paisaje era precioso.
Y para terminar la tarde visitamos uno de los lugares más mágicos de esta zona. Se trata de Ales Stenar, el barco de piedra más grande de todo el país, construido hacia el año 600 d.C por razones que aún se desconocen. Está formado por 59 bloques de granito y alcanza una longitud de 67 metros.
Para llegar hasta allí hay que dejar el coche aparcado en Kaseberga y continuar caminando por un camino señalizado disfrutando de las preciosas vistas.
Hay bastante controversia sobre el significado y el origen de Ales Stenar, este tipo de construcción megalítica en forma de barco suelen ser monumentos funerarios, en algunos de ellos se han encontrado tumbas con una o varias personas, aunque en el caso de Ales, se han realizado varias excavaciones y aún no se ha encontrado ningún resto humano. Otra teoría es que se construyese en forma de barco en honor a algunas personas que perdieron la vida en el mar, la verdad es que también podría tener bastante sentido e incluso también se dice que fue construido como calendario, para conocer determinadas fechas en función de la posición del sol, de esta manera el sol se pone por una punta del barco durante el verano y sale por la opuesta durante el invierno.
La casualidad hizo que nuestra visita a Ales Stenar coincidiese con el solsticio de otoño, lo que convierte al lugar en más mágico aún si cabe.
Al margen de todas las teorías sobre el origen o el por qué de este monumento, lo que sí puedo decir que es su situación en un montículo sobre el mar Báltico le da al conjunto una misteriosa belleza, un lugar donde meditar, donde dejar pasar el tiempo observando la curiosa colocación de cada piedra.
Al día siguiente tocaba madrugar mucho para llegar hasta el aeropuerto de Copenhague y regresar a casa, así que cenamos algo en Ystad y nos fuimos a dormir a nuestro apartamento a las afueras, en una casita rural encantadora.
Amaneciendo dejamos nuestra casita en la campiña de Ystad y ponemos rumbo a la ciudad de Malmö, última parada antes de ir al aeropuerto.
Era domingo, y sobre todo muy temprano, por lo que los habitantes de Malmö aún dormían y había pocos sitios abiertos para desayunar. Dimos una vuelta por el centro de la ciudad, una ciudad que ya conocíamos de un anterior viaje a Copenhague. Su centro histórico es encantador, con algunas casas de entramado de madera y calles plagadas de bicicletas.
Ahora si que tocaba cruzar de nuevo a Dinamarca a través del espectacular puente de Oresund, previo pago del peaje, claro, y llegar hasta el aeropuerto de Copenhague, lugar donde comenzó nuestro viaje.
Han sido muchos kilómetros descubriendo lugares espectaculares y muchos recuerdos que nos llevamos con nosotros, algunos en forma de fotografías para recordar siempre y otros para disfrutar tranquilamente en casa, aunque no duren para siempre….