Tardamos dos horas desde Ottawa hasta llegar a Mont Tremblant, dejamos nuestras cosas en el alojamiento para esa noche y nos fuimos a visitar el pueblo. No se puede entrar con el coche, así que nosotros lo dejamos en el parking número 2 que es gratuito (está todo muy indicado) y ya fuimos dando un agradable paseo de menos de diez minutos.
Fuera de las calles principales encontramos una pequeña iglesia de tejado rojo que parecía sacada de un cuento, me puedo imaginar ese paisaje cuando la nieve lo cubra todo y debe ser un espectáculo!!! Reconozco que me ha gustado tanto esta zona de Canadá que no me importaría visitarlo en otra época del año, eso sí, con buena ropa de abrigo jejeje.
Había una luz especial y vimos un precioso atardecer, de esos que te quedas embobado y no quieres que el sol se esconda nunca.
Además subimos también en un funicular que lleva hasta el casino de Mont Tremblant donde al parecer también se puede cenar, no era lo que nosotros estábamos buscando para esa noche, así que subimos para ver las vistas, y con las mismas nos bajamos. En horario de apertura del casino el funicular es gratis ;).
Después de dar un agradable paseo, de sentarnos en la hierba a disfrutar del ambiente y de ver cómo se divertían algunos con diferentes actividades, tocaba buscar un lugar para cenar. Estaba todo bastante lleno y en cenar en plan restaurante a la carta tampoco era lo que más nos apetecía…. Encontramos una crepería y nos pareció la mejor idea para esa noche, al fin y al cabo Mont Tremblant nos recordaba un poco a esos pueblecitos de cuento europeos jejeje.
Tomamos un par de crepes y unas cervezas por 62CAD, con propinas incluidas (algo a lo que me cuesta acostumbrarme).
A la mañana siguiente, después del rico desayuno que nos ofrecieron en el Auberge Sauvignon, volvimos a dar un paseo por las tranquilas calles de Mont Tremblant antes de irnos. Tomamos un té calentito en una de sus terrazas viendo llover, sí, una nube había decidido ponerse sobre nosotros y descargó agua como si no lo hubiese hecho nunca.
Dejamos Mont Tremblant lloviendo… era el momento de poner rumbo a Quebec, pero aún nos quedaban dos paradas más antes de llegar a nuestro siguiente alojamiento.
La primera parada fue para comer en un lugar muy típico por esta zona, la Cabaña de Azúcar Chez Dany. A mí ya sólo con el nombre me ganó, cabaña de azúcar tenía que ser un sitio bonito seguro!!!
Durante la preparación del viaje, investigamos un poco sobre qué eran estas cabañas de azúcar (Cabanes à Surcre). Se crearon entorno al rico manjar canadiense Sirope de Arce, donde lo producen, y allí se pueden degustar platos típicos de la región en los que este sirope es el protagonista. Normalmente en verano ya no suelen estar abiertas porque ya ha terminado la época de recogida. Pero algunas ya se mantienen abiertas todo el año como es el caso de Chez Dany
El menú cuesta 22CAD por persona e incluye una importante cantidad de comida, sopa de legumbres, pastel de carne, jamón ahumado con sirope de arce, tarta de huevo y tortitas con sirope, además del famoso taffy, una especie de piruleta que hacen echando sirope caliente sobre hielo (en invierno es sobre la nieve).
Tras la comilona también nos explicaron el proceso de fabricación del sirope, desde la extracción de la savia hasta el envasado, los distintos tipos que están en el mercado en función de la calidad, etc.
Con el estómago lleno de sirope de arce nos vamos hasta Trois Rivieres, la segunda parada antes de llegar a Quebec.
Trois Rivieres es la segunda ciudad más antigua del continente americano al norte de México, aunque hoy queda más bien poco de la histórica ciudad que fue pasto de las llamas a principios del siglo XX.
Aún así quisimos parar y dar un paseo por sus calles e imaginar lo que pudo ser entonces.
Y ahora ya sí ponemos rumbo a la ciudad de Quebec en la que pasaríamos las tres próximas noches para descubrirla bien.