El templo es de la secta Tendai y fue fundado hace 1200 años, en su interior destacan los tres Budas dorados de grandes dimensiones.
Desde allí nos vamos paseando hasta el Santuario Taiyuin-byo, terminado en 1653 y donde descansan los restos del tercer shogun Tokugawa.
Se llega a través de una zona preciosa en plena naturaleza, es algo por lo que Nikko nos gustó mucho, por el entorno en el que se encuentra.
La entrada principal es a través de la puerta Nio-mon que está flanqueada por dos guerreros Nio, uno con la mano levantada para recibir a los puros de corazón y otro con la mano bajada para retener a los impuros. La puerta está rodeada por preciosas linternas de piedra que fueron donadas por los daimios, los señores feudales
Al pasar la puerta nos encontramos con una preciosa fuente de granito muy decorada. En el techo hay pintado un dragón obra de Kano Yasunobu, dicen que en ocasiones se puede ver el dragón reflejado en el agua.
Llegamos a la siguiente puerta, Nitei-mon, en esta puerta hay cuatro nichos cada uno de los cuales alberga un dios, Komoku y Jikoku, así como el dios verde del viento y el dios rojo del trueno.
Allí nos paramos un rato para asimilar todo lo que estábamos viendo, a nuestro alrededor había muchas cosas y merecía la pena unos minutos allí para verlo.
Como descubriríamos después, en la mayor parte de templos y santuarios de Japón hay que descalzarse para poder visitarlos, lo tienen todo muy organizado y puedes dejar tus zapatos en lugares habilitados. Con el calor que hacía, la verdad es que en ocasiones se agradecía poder caminar sobre la madera del interior que en muchos casos estaba más fresca.
Poco a poco fuimos deshaciendo el camino para volver a la entrada, volviendo a pasar por las puertas monumentales.
Se estaba poniendo muy oscuro y amenazaba lluvia, así que decidimos ir a comer algo y dejar para después el templo principal. A pocos pasos del santuario Taiyuin-byo encontramos un pequeño restaurante que nos pareció perfecto para comer.
El restaurante debía de ser por lo menos del período Edo, jejejeje, pero nos atendieron de maravilla y nos vino genial para descansar y también para protegernos de la fuerte tormenta que cayó mientras comíamos.
La señora que lo regentaba no hablaba nada de inglés, pero nos apañamos perfectamente para pedir un plato de ramen y uno de fideos de soba con tempura de gambas. Tengo que reconocer que estaban bastante buenos pero que no supimos bien lo que estábamos comiendo, verdad Diego? Pero tampoco era plan de preguntar!!!
A la salida del restaurante tenían un mapa para marcar la parte del mundo de la que procedían los comensales, así que nosotros también pusimos nuestra estrellita.
Cuando salimos aún llovía levemente, menos mal que llevábamos nuestro paraguas transparente!!!
Cruzamos el gran Torii del Santuario Futarasan-Jinja, un santuario muy bonito rodeado de naturaleza. Es el santuario protector de Nikko y su edificio es el más antiguo de todo el complejo, datando del siglo XVII.
Continuamos por un paseo entre árboles y farolillos de piedra que nos llevaría hasta el templo principal del complejo de Nikko, el Santuario Tosho-gu.
Está declarado Patrimonio Mundial y se encuentra en un enclave espectacular. Alguno de sus edificios también se encontraba en pleno proceso de restauración, pero no fue ningún impedimento para disfrutarlo.
Fue construido en 1636 en memoria de leyasu, el fundador del shogunato Tokugawa, de hecho en lo alto del santuario hay una tumba donde descansa eternamente.
Se dice que fue necesario el trabajo de 15000 artesanos para su construcción, y viendo lo que hay allí no me extraña nada, todo está ricamente decorado, lacado y trabajado con un detalle alucinante.
Para visitarlo sacamos un ticket de 1300 yenes cada uno.
Al recinto se accede a través de una gran Torii de piedra que ya por sus dimensiones nos da una idea de lo que vamos a encontrar allí.
Enseguida nos encontramos con la gran Pagoda de cinco pisos, una reconstrucción del 1819 ya que la anterior del siglo XVII fue destruida por un incendio. Cada uno de los niveles representa un elemento, Tierra, Agua, Fuego, Viento y Cielo en orden ascendente.
Atravesamos la puerta principal, Omote-mon que se encuentra flanqueada por los reyes Deva y ya nos encontramos en un nuevo nivel, el primer patio donde se encuentran los Sanjinko, los tres almacenes sagrados, entre los que destaca el Shinkyusha, establo sagrado, más conocido como el establo de los tres monos sabios que representan los tres principios del budismo Tedai, «No escuchar el mal, no ver el mal y no decir el mal». Tenía muchas ganas de ver con mis propios ojos esa imagen que había visto tantas veces en fotos de otros viajeros.
El establo ha sido recientemente restaurado y fue una suerte encontrarlo ya sin andamios.
Seguimos ascendiendo invadidos por una sensación de no saber muy bien a donde mirar, el conjunto es realmente impresionante. Cada edificio está decorado de una forma espectacular, tallas, detalles dorados llenan las fachadas de cada uno de ellos.
Decidimos subir a lo más alto del santuario, donde se encuentra la Okumiya, la tumba de leyasu, a la cual se llega por un precioso paseo entre cedros y piedras llenas de musgo.
Una vez visitado volvemos a bajar para dar una última vuelta entre los edificios de este lugar antes de dejar el recinto para volver a Tokio.
Visitamos la Honji-do, una sala famosa porque en su techo hay hay una pintura que representa al Nakiryu, un dragón que parece que ruge cuando los monjes golpean dos palos de madera que llevan en sus manos.
La puerta más importante del santuario, la Yomei-mon o puerta del Atardecer se encuentra en un intenso proceso de restauración, por lo que no fue posible admirarla. Dicen que la restauración al menos se prolongará hasta 2018.
Con la sensación de haber visto lo que nos parecía más interesante del complejo, iniciamos nuestro camino de regreso.
Decidimos nuevamente hacerlo andando tranquilamente y así disfrutar de parte del encanto de Nikko que está en la calle que lleva de la estación a la zona de los templos.
Al volver a cruzar el puente Shin-kyio nos dimos cuenta de cómo había cambiado la corriente desde por la mañana, no sólo en la cantidad de agua que llevaba, si no también en el color de la misma, la lluvia que había caído a lo largo del día era la responsable.
Pasamos por alguna tienda descubriendo productos diferentes y descubrimos qué era lo que llevaba el plato de ramen que había pedido Diego, eran algas!!!. También supimos quién era Tanuki, un perro mapache japonés cuya imagen se puede encontrar por todo el país y que se usa como amuleto de la prosperidad y de la fortuna. Suele encontrarse a la entrada de negocios, aunque también se puede ver en la puerta de casas particulares.
Cuando llegamos a la estación nos montamos en el tren de las 17.12 h y allí mismo reservamos los asientos para el tren que desde Utsunomiya nos llevará hasta de Tokio, concretamente hasta la Ueno St.
En la estación de Utsunomiya hacemos acopio de algunos dulces para comer en el trayecto, madre mía la de cosas que tienen estos japoneses!!!
Nos bajamos en Ueno St y desde allí tomamos la Yamanote line para ir hasta Akihabara, la llamada «ciudad de la electrónica».
Teníamos bastantes ganas de ver esta zona de la ciudad y la verdad es que pasamos un buen rato entre videojuegos, tiendas manga y miles de letreros luminosos.
Desde que sales del metro ya empiezas a sorprenderte!!
Entramos al famoso edificio SEGA e intentamos sin éxito conseguir una de esas muñecas mangas tan bonitas, nos sorprendió el vicio que tienen algunos japoneses con este tipo de máquinas «grúa» y no quiero ni imaginarme la cantidad de dinero que se gastarán hasta conseguir su preciado regalito jejeje.
Entramos a tiendas a probar los últimos productos electrónicos, nos echamos unas risas y no compramos mucho, la verdad.
Por la calle pudimos ver a las famosas chicas de los Maid Cafés atrayendo a los clientes, la verdad es curioso que se vistan así, pero entra dentro de su cultura y como tal lo miramos nosotros. Tampoco es algo que nos llamara mucho la atención y no profundizamos más en ello.
El restaurante estaba genial y la cena deliciosa, eso sí, económico precisamente no era. Antes de pedir nos mostraron unas instrucciones sobre cómo comer la tempura típica japonesa, ¡¡¡Ayyyy madre!!!, mal empezamos, jejeje. Pedimos un plato de tempura de verduras y uno de pescado (con dos trocitos por lo que tuvimos que añadir alguno más que se pedía individualmente) y un par de cervezas y pagamos 6600 yenes por la cena, pero tengo que decir que cada bocado estaba exquisito!!!
Tras la cena, de nuevo al metro y vuelta al hotel a descansar, al día siguiente tocaba nueva excursión fuera de la ciudad, esta vez a Kamakura, pero eso ya será en el siguiente post.