Día 14. Visita a Hiroshima y la espectacular Miyajima

Hoy tocaba madrugar bastante, nos íbamos a Hiroshima!! Menos mal que el hotel estaba andando a menos de 10 minutos de la estación de Kioto de donde saldría el shinkansen que nos llevó a Hiroshima. Antes de las 7 de la mañana ya estábamos en la estación, y nuestro tren salió puntual, como siempre. 
Nuestro primer destino del día iba a ser la ciudad de Hiroshima, pero después nos esperaba una de las mejores experiencias de nuestro viaje a Japón, la espectacular isla de Miyajima!!!

En menos de dos horas estábamos en la estación de Hiroshima. En esta ciudad nosotros queríamos visitar la zona dedicada a recordar lo sucedido tras el lanzamiento de la bomba atómica el 6 de agosto de 1945, así que nada más salir de la estación de Hiroshima, nos montamos en el autobús de la línea naranja (incluido con el JR) y nos bajamos justo enfrente de la Cúpula de la Bomba Atómica. 



Se trata de uno de los lugares más famosos de la ciudad, un gran recordatorio de lo que pasó hace años. Este edificio hoy conocido como la Cúpula, funcionó en su momento como Pabellón de la Promoción Industrial, hasta el día en que la bomba cayó sobre la ciudad, casi encima de este edificio, lo que puede explicar, sorprendentemente, que fuese uno de los pocos que quedase en pie
Este edificio fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1996, como recuerdo a la gran cantidad de víctimas que perecieron ese fatídico día. 

De verdad que por muchas fotos que hayas visto antes de este lugar, cuando estás allí delante, es inevitable emocionarse. Estuvimos un buen rato observando y pensando que estábamos en el lugar exacto donde fue lanzada la bomba, que sentimiento de tristeza más grande!!! Imaginarse lo que tuvieron que pasar las personas que allí se encontraban estremece hasta al más duro. 

Continuamos nuestra visita a la zona memorial y nos dirigimos hasta el monumento de La Paz de los Niños, un monumento en homenaje a Sadako Sasaki, una niña que sobrevivió a la bomba cuando tenía 2 años, pero que con 11 se le diagnosticó una leucemia  y pensaba que haciendo 1000 grullas de papel se salvaría, la grulla en Japón es símbolo de longevidad y felicidad, pero la pequeña no lo logró y falleció antes de cumplir su objetivo. Sus compañeros finalizaron lo que ella había comenzado y de esta manera se convirtió en un gesto para todos los escolares del país, construir grullas de papel y llevarlas hasta allí. Un monumento que pone los pelos de punta!!!
Antes se pasa también por un cenotafio de los estudiantes donde también hay miles de grullas de papel.



Nuestra visita coincidió con el aniversario del lanzamiento de la bomba atómica en la ciudad de Nagasaki, el 9 de agosto de 1945, por lo que nos encontramos con varios homenajes a las víctimas en el recinto del Parque Conmemorativo de la Paz. 

Nos acercamos hasta el Cenotafio, un gran arco de hormigón que tiene inscritos el nombre de todas las víctimas que se pudieron confirmar. 
Al otro lado del estanque que se encuentra detrás del Arco, se puede ver la Llama de Paz, que según cuentan dejará de arder el día que desaparezcan todas las armas nucleares del mundo, ojalá se apague pronto…..

Desde allí nos fuimos al Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima, para visitarlo se paga un ticket de 50 yenes. Si ya los monumentos que habíamos visto estremecían, el museo pone de manifiesto el horror que ocurrió ese día en cada foto, cada objeto que allí se exhibe…. hay algunas que me hubiese gustado no verlas, la verdad. 
Estando dentro se hizo un minuto de silencio en honor a las víctimas de Nagaski, un silencio espectacular, con un respeto que no había visto jamás.

Hay objetos que hablan por sí solos, como el famoso triciclo, triste imaginarse al niño al que pertenecía. 



Una trabajadora del museo me regaló a la salida una grulla de papel que guardo como un pequeño tesoro, guardarla conmigo es mi homenaje a todas las víctimas de las bombas atómicas y en especial a la pequeña Sadako Sasaki.

Dejamos el Museo con una sensación un poco rara en el cuerpo, nos vamos caminando a coger el street car que sale justo enfrente de la Cúpula y que nos llevaría hasta la estación desde donde salen los ferries a Miyajima. El tranvía que hay que coger es el de la línea 2 y hay que sacar un ticket en la máquina de la parada que cuesta 260 yenes por persona (Importante saber que no está incluido en el JR)


Una vez en la terminal del ferry hay que seguir las indicaciones que te llevan al ferry que está incluido con el JR, no hay pérdida, es súper intuitivo. Nos montamos en el ferry que salía en ese momento, salen con una frecuencia de unos 15 minutos más o menos, con mucha ilusión por ver Miyajima, uno de nuestros tesoros del viaje. 


El trayecto dura aproximadamente 10 minutos que se pasan muy rápido mientras vas disfrutando de las impresionantes vistas del gran Torii, uno de los iconos de la isla. 


Nada más bajar del ferry fuimos a nuestro hotel a dejar las mochilas, pasaríamos la noche en la isla, pero las maletas las habíamos dejado en el hotel de Kioto, ya que aún pasaríamos una noche en esa ciudad. 
Como había contado en la entrada de alojamiento, para esa noche elegimos el hotel Sakuraya, un hotel de estilo tradicional y con una situación inmejorable. 

Una vez ubicados, salimos a buscar un sitio para comer, callejeamos un poco para ver las distintas opciones y también para ambientarnos, lo que vimos desde el primer momento nos encantó! Queríamos probar algo que fuese muy típico en la isla, así que nos decidimos por un restaurante que tenía mucha gente en su interior y otras personas esperando, eso siempre es buena señal, además  servían el plato de anguila que queríamos probar. 

Compartimos un plato de anguila con arroz que estaba buenísimo, unos noodles y unas ostras típicas, todo acompañado de unas cervezas de miyajima estilo Pale Ale, todo por 3900 yenes. 



Después de comer paseamos un rato por las calles comerciales que quedan en el interior donde abundan las tiendas de las típicas galletas con forma de hoja de arce. Las más tradicionales están rellenas de pasta de judía, pero pudimos probar otras con otros rellenos también. Estas galletas se llaman momiji manju y pueden encontrarse por toda la isla, incluso en muchos locales puede verse cómo se fabrican.




Caminando llegamos hasta el plato fuerte de la isla, en cuanto a monumentos se refiere, el Santuario de Itsukushima y su famoso Torii flotante, el cual se ha convertido en imagen del lugar. 
La entrada al templo son 300 yenes por persona.


Es un templo muy especial ya que está construido sobre el agua, cuando está la marea alta, se cuela por debajo y parece que el templo flote sobre la misma. Seguro que esta peculiaridad también influyó para que fuese declarado en 1996 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.



Paseamos por su pasarelas de madera y sobre todo disfrutamos de las fantásticas vistas.

Sin duda, uno de los lugares más famosos del santuario es su gran Torii, además de convertirse en el símbolo de la ciudad. Data de 1168, aunque por su posición en el agua ha tenido que ser reconstruido en más de una ocasión. Se encuentra a 200 metros de la costa, a 173,40 m del farolillo Hitasaki. 



Decidimos ir a descansar un rato al hotel y después salir y acercarnos hasta el gran Torii. Se puede consultar información sobre las mareas de la isla aquí


Después del descanso, que nos vino de maravilla,  salimos de nuevo y nos encontramos con todo un espectáculo, el atardecer en la isla de Miyajima no podía ser más bonito, la imagen del Torii y esos colores típicos del atardecer fueron de las mejores imágenes que nos llevamos del lugar. 

Nos descalzamos y fuimos caminando hasta el Torii, la verdad es que de lejos no se aprecia lo grande que es!!! 

Esperamos allí hasta que prácticamente no había luz, el lugar era tan mágico que no podíamos dejar de mirar hacia allí. Poco a poco el Torii se fue iluminando con luces artificiales….





Dimos un paseo por la zona y decidimos ir a cenar. Una vez que se van los barcos, la isla se queda casi vacía, es curioso, pero es entonces cuando te das cuenta de por qué es una buena opción quedarse a dormir allí. 
Nosotros no teníamos la cena incluida en nuestro hotel, así que nos tocó buscar un lugar donde cenar, no había muchos sitios abiertos, así que en un restaurante de la calle principal nos quedamos, la cena estuvo bastante bien. Pedimos tempura de calamar y pulpo y unas costillas japonesas, además del edamame que nos pusieron con las cervezas. 



Después de cenar nos fuimos dando un paseo otra vez hasta la orilla y allí nos sentamos un buen rato a disfrutar de la vista. Era noche cerrada, pero había una luna muy bonita que junto con el Torii formaban una imagen única. Es en estos momentos de tranquilidad cuando te paras a pensar dónde estás, a nosotros nos encanta imaginarnos como un punto en el mapa del mundo, no sé si volveremos a Miyajima alguna vez ya que hay mucho mundo por conocer, pero lo que sí tengo claro es que es uno de los lugares más mágicos donde hemos estado. 
Y con esta preciosa vista nos fuimos a dormir…..Aún nos quedaban muchas cosas para disfrutar de este maravilloso país. 


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