Son calles para pasear tranquilamente e ir parándonos para mirar hacia atrás en más de una ocasión. En estas calles podemos encontrar varias casas de té donde degustar un típico té verde japonés, aunque nosotros, con el calor que hacía, era en lo que menos íbamos pensando la verdad.
A lo largo de estas dos calles, pasamos a diferentes locales y probamos alguno de los productos que ofrecían, recuerdo uno que estaba muy bueno que era como un pepinillo en vinagre gigante!!!
La verdad es que nos dejamos llevar un poco sin rumbo fijo, queríamos ver el Kioto más tradicional y disfrutarlo sin ir tachando lugares vistos, a veces eso agobia un poco. Así que sin plano en la mano, fuimos caminando observando todo lo que teníamos a nuestro alrededor.
Y de repente, un ruido nos hizo ponernos en alerta, eran unos pequeños golpes rítmicos, nos damos la vuelta y allí estaban ellas!!! Eran nuestras primeras geishas o maikos, la verdad es que en ese momento daba igual, reconozco que me emocioné, me puse hasta nerviosa y no sabía si hacer fotos o simplemente observarlas… Rápidamente reaccioné y a alguna foto sí que les hice….. Ayyyy qué emoción, me quedé un rato con una sonrisa en la cara, uno de los sueños de este viaje a Japón se había cumplido.
Las seguimos con la mirada hasta que terminan desapareciendo de nuestra vista y dejamos de oír ese ruido tan particular que hacen con su calzado.
Con tanta emoción habíamos olvidado que íbamos buscando un sitio donde comer, así que volvimos a la búsqueda, seguimos callejeando por esta encantadora zona. fijándonos en los lugares para comer.
Entramos en una casa de té que nos gustó donde nos tomamos un plato de Udon fríos que era lo que más apetecía para paliar un poco el calor que estaba haciendo en Kioto esos días. Los Udon son un tipo de fideo grueso que es bastante típico en algunas regiones de Japón, nosotros lo comimos en más de una ocasión durante nuestro viaje.
Nos atendieron dos chicas encantadoras que nos sirvieron de maravilla y donde pasamos un buen rato descansando.
Ya descansados decidimos continuar con nuestra visita por el barrio de Higashiyama ya que queríamos ir a ver la famosa pagoda Yasaka-no-To, pero antes pasamos al pequeño templo llamado Yasaka Kōshindo.
Se encuentra en la calle que sube hasta la pagoda, el templo no es muy conocido pero a nosotros nos pareció muy curioso por el colorido que se veía desde la distancia, así que decidimos entrar. Ese colorido que veíamos, se debe a los monos de colores que se utilizan como ofrenda, esto es debido a un rito conocido como Kōshin, de ahí el nombre del templo. Los tres monos sabios que vimos en Nikko, son el símbolo más característico de la creencia Kōshin.
Todo el que quiera hacer una ofrenda debe compar un kukurizaru (figura de colores con forma del mono) y escribir sus deseos en él.
Al salir de este pequeño templo nos acercamos hasta la Pagoda Yasaka-no-To, una gran pagoda de casi 50 metros de altura y cinco pisos con sus característicos tejados que fue construida originalmente en el siglo VI, aunque la actual es de el siglo XV debido a los incendios sufridos a lo largo de la historia, en realidad se trata del único edificio del templo Hokan-ji.
Muy cerca visitamos uno de esos lugares curiosos que te puedes encontrar en Japón, se trata del templo Yasui Konpiragu, un lugar frecuentado por mujeres en el que destaca una estructura forrada con trozos de papel con un gran orificio. Se trata de una gran roca a través de la cual hay que pasar dos veces (una de ida y otra de vuelta) si se quiere que se cumpla el deseo que posteriormente dejarán escrito en un papel sobre la piedra, un ritual bastante curioso la verdad.
Antes de cruzar el río, vemos el Minamiza Kabuki Teather, un buen lugar donde se puede disfrutar de un espectáculo de kabuki.
En los alrededores del mercado hay otras galerías comerciales en las que se pueden encontrar otros productos como ropa, calzado, etc., además de lugares de ocio como las famosas salas de juegos recreativos donde pasaríamos un buen rato viendo a los japoneses darlo todo en un juego que vimos en más de una ocasión y que consistía en «tocar un tambor» al ritmo que marcaba unos objetos que salían en la pantalla, curioso y gracioso a la vez, pero hay que ver qué habilidad demostraban algunos!!!!
En las cercanías del mercado cogemos el bus 207 y nos vamos un rato a descansar al hotel, habíamos pensado volver a la zona de Gion por la noche y a cenar a uno de los típicos restaurantes de Pontocho con vistas al río.
Tras un merecido descanso, volvemos a coger el mismo bus que nos lleva hasta el barrio de Gion. Allí damos una vuelta por sus encantadoras calles disfrutando de un ambiente mágico que dan los farolillos rojos encendidos sobre las puertas de los locales. Hay menos turistas que por la tarde y eso se agradece.
También en estos momentos tuvimos oportunidad de ver a alguna maiko que se dirigía hasta su casa, el ruido inconfundible de sus sandalias de madera nos hizo ponernos en alerta y la seguimos discretamente hasta que desapareció tras la puerta. Sobre el dintel de las puertas de las casas de geishas, aparecen en unas maderas con el nombre de las chicas que viven allí.
Ya satisfechos por haber visto a otra maiko, nos fuimos hasta el callejón Pontocho donde cenamos en una terraza de las que dan al río. Hacía muy buena temperatura y un ambiente genial, así que cenamos bastante bien y no nos importó (mucho) pagar el sobreprecio de cenar en esta zona de la ciudad. En casi todos los restaurantes de Pontocho, hay que pagar un suplemento por cenar en la terraza de madera.