Un paseo por Connecticut: En busca del arte

El sábado fue día de excursión, queríamos descubrir alguno de los lugares de Connecticut más recomendados y la verdad es que no nos defraudaron, es más, superaron nuestras expectativas. A primera hora de la mañana recogimos nuestro coche de alquiler y pusimos rumbo a Old Lyme, un pueblo situado en la costa de este estado y en el que casualmente se estaba celebrando el Midsummer Festival 2015, en el que había exposiciones, puestos de comida, talleres, venta de obras de arte, etc. Old Lyme es un lugar encantador, lleno de preciosas casas de madera, con una importante escuela de arte y sobre todo, Old Lyme me interesaba porque es la «Casa» del Impresionismo Americano. Allí está el Florence Griswold Museum, ubicado en una enorme casa en la cual convivieron y se reunían artistas pertenecientes a este movimiento. El impresionismo americano es un movimiento que comenzó a finales del siglo XIX y principios del XX inspirado por el impresionismo francés. 
La casa es preciosa por dentro y por fuera. En la plata de abajo se pueden visitar varias estancias, hay pinturas por todas partes, incluso en el comedor, las paredes de madera están pintadas, al igual que los cuarterones de las puertas, algo realmente espectacular. Se conservan muchos detalles de los artistas que durante años vivieron allí y hay personas, amantes del arte, que se ofrecen a contarte parte de las historias que tuvieron lugar entre esas paredes.
La planta segunda de la casa es donde se encuentra el museo propiamente dicho, varias habitaciones en las que se puede disfrutar de las mejores obras del estilo impresionista americano.
En el recinto del propio Florence Griswold Museum había otras actividades relacionadas con el Midsummer Festival, entre ellas una muestra de perros de diferentes categorías, un espectáculo bastante gracioso en el que los dueños de los perros demostraban al resto de espectadores las cualidades perrunas de su mascota.

Dentro del patio del museo había instalado un Farmer’s Market, reconozco que me encantan estos mercados, me puedo pasear una y mil veces entre sus puestos fotografiando detalles que me encantan, como por ejemplo el colorido de los productos que se venden allí. Siempre aprovechamos para degustar algún producto casero en forma de bollito, la gente lo hace con tanto amor que están deliciosos.
También el museo tiene un precioso jardín lleno de flores de todo tipo, no me extraña que los pintores se encontraran tan bien allí, desde luego inspiración no les faltaba.
Seguimos visitando el pueblecito, básicamente su calle principal, Lyme St, donde se encuentran la mayor parte de sus atractivos. Nuestra siguiente parada será en Lyme Academy College of Fine Arts, un centro de arte muy importante en la zona y con unos talleres impresionantes. 

En la misma calle encontramos un café, de esos que tienes que pasar a mirar porque ya desde el exterior te llama la atención, ¡Qué monería!, me encanta que la gente cuide tanto los detalles de sus establecimientos.
Justo enfrente del café se encontraba la estación de bomberos de Old Lyme, los cuales estaban haciendo perritos calientes, así que tras unas fotos entre los impolutos camiones de bomberos, nos comimos uno sentados en el interior de la estación.

Es muy común en las ciudades y pueblos de Estados Unidos, encontrar las Historical Society, lo suelen componer un grupo de personas interesadas por la conservación de las tradiciones y cultura del lugar, tienen un edificio donde reunirse y realizar las actividades pertinentes. En este caso la Old Lyme Historical Society, también colaboraba con el Festival y abría sus puertas para que todos los visitantes pudiésemos disfrutar por un momento de su lugar de encuentro. 

Muy cerca se encontraba una muestra de arte de diferentes artistas de la ciudad y de los alrededores. Madre mía qué concentración de arte!!! La verdad es que el nivel era buenísimo y los precios de las obras de arte elevadísimos, jejeje. Al menos, disfruté muchísimo viendo con detalle las obras que se exponían y hablando con alguno de los pintores de la muestra. La mayor parte de ellos era gente mayor, me da la sensación de que Old Lyme es para muchos artistas un lugar de retiro, y no me extraña, pues es un lugar precioso y lleno de rincones encantadores.

Me hubiera quedado en Old Lyme viendo una y otra vez todos los lugares donde se exponían obras, pero debíamos continuar para ver algún pueblecito más de la ruta que habíamos organizado, así que desde allí nos fuimos a Essex. Se trata de otro pequeño pueblo del estado de Connecticut en el que su principal atractivo es un tren de vapor que recorre durante una hora una antigua vía que transcurre cerca de la orilla del Connecticut River. Justo cuando llegamos al pueblo se marchaba en uno de sus viajes!!
Dimos una vuelta por el pueblo por la calle principal del pueblo y nos acercamos hasta un parque al lado del río. Un sitio tranquilo donde sentarnos a descansar.

Essex, al igual que Old Lyme, es un lugar de residencia de personas con alto poder adquisitivo, sólo hay que darse una vuelta por el pueblo y ver sus impresionantes casas, galerías de arte, joyerías, inmobiliarias de lujo, vehículos…. 
Como muchas localidades del estado de Connecticut, también tiene puerto, en el que se encuentra el museo del River Connecticut, el cual juega un papel importante en la recolección de manuscritos, libros, arte y objetos relacionados con el río, organiza exposiciones para que tanto visitantes como locales, puedan disfrutarlo.
Justo al lado del museo, en una gran pradera, un grupo de personas estaba jugando al croquet, un deporte que antiguamente servía de pasatiempo a la nobleza y del cual se dice que dio origen al billar. 
Nuestro siguiente destino es Chester, otro pueblecito muy parecido a los dos anteriores. En este caso entramos en una galería de arte y una señora ya entrada en años nos hace de anfitriona. Es mitad francesa mitad americana y es una de las artistas que expone en la galería. Comenzamos a hablar sobre pintura y a Diego se le ocurre decir que yo también pintaba, la señora entusiasmada me empieza a preguntar por la técnica que más me gusta y, porque en un mes regresamos a España, que si no ya me veía con una exposición propia en esa galería, jejeje.

La siguiente parada de nuestra ruta es de esas cosas feas que los humanos caprichosos con dinero son capaces de hacer, un castillo «medieval» como residencia, el Gillette Castle. Se encuentra en East Haddam y fue construido en 1919 por el excéntrico actor William Gillette, quien hizo su fortuna en el papel de Sherlock Holmes. Se encuentra en un parque estatal y aunque la construcción no merece mucho la pena, las vistas desde sus terrazas sí.

Vemos atardecer desde un parque de la localidad en la que se encuentra el castillo, con vistas al East Haddam Bridge y a la Goodspeed Opera House, un precioso edificio de 1876, época en la cual se convirtió en  parada obligatoria para los neoyorquinos en sus circuitos de verano.

No podíamos terminar el día de una forma mejor, cenando en un restaurante típico americano, el Texas Roadhouse, donde nos atrevimos con un trozo de carne que elegimos nosotros mismos para que lo preparasen a la parrilla, realmente espectacular, tierno y con un sabor increíble. Nos dejamos llevar por la vista y elegimos una porción considerable de ribeye no podíamos haber elegido mejor!!!!
El domingo también fue día de excursión, pero eso será en la siguiente entrada.

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