4 días en Viena. Día 3: Prater, Ópera y Belvedere

Hoy al salir del hotel nos vamos a la estación de metro que se encuentra más cerca, nos vamos al Prater y para ello no vamos a ir andando esta vez, además hace más frío que en días anteriores, o al menos esa fue nuestra impresión nada más salir del hotel, de hecho, cuando íbamos andando hacia el metro caían pequeños copos de nieve!!!!

El Prater es el parque más conocido de la ciudad, el él se encuentra el Parque de atracciones más antiguo del mundo, se inauguró en 1895 y se conservan muchas de las atracciones de entonces, lo que le da un aire encantador. 
El parque de atracciones está abierto de marzo a octubre, pero eso no significa que no puedas pasear por él, solamente que no podrás montar en las atracciones, bueno a excepción de la Gran Noria que sólo deja de funcionar un par de semanas al año para ser revisada. Cuando nosotros visitamos Viena estaba en funcionamiento, así que allá que subimos!


Llegar allí fue muy sencillo, sacamos el bono de transporte de 24 horas, que le aprovecharíamos para el primer desplazamiento al día siguiente también, y en la línea U2 de metro nos fuimos hasta la parada Praterstern, a un paso de la entrada del parque. 


El ticket para la noria son 10€ por persona y antes de subir puedes ver una pequeña exposición donde están representadas diferentes épocas de la historia de la ciudad en cabinas antiguas de la noria que no pudieron ser colocadas tras la restauración, ya que,  durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, la noria quedó bastante afectada. Antes la noria contaba con 30 cabinas y ahora sólo con 15, el resto están en la exposición. 



Desde la noria se pueden obtener unas vistas muy bonitas de todo el parque y una visión general del resto de la ciudad. 
El día estaba gris y no acompañaba mucho a que las vistas fuesen espectaculares, aún así nosotros lo disfrutamos mucho!


Cuando bajamos de la noria dimos un paseo por el parque de atracciones, como decía anteriormente, aunque las atracciones estén cerradas en esta época del año, se puede pasear por allí, estaba nevando ligeramente y la verdad es que le daba un aire mágico al ambiente, parecía uno de esos parques de atracciones abandonados que aparecen en algunas películas. 


Nos fuimos caminando por el interior del parque hasta la parada del tranvía número 1, allí nos montamos aprovechando nuestro bono de 24 horas de transporte y nos bajamos en la parada Hetzgasse que se encuentra al lado de la Hundertwasserhaus,un edificio de viviendas de lo más original que fue construido entre 1983 y 1986. 

Su colorido y su forma lo hace muy especial, como si de la obra de un niño se tratara, pero no, es obra del artista Friedensreich Hundertwasser el cual combinó colores, formas diferentes e incluso materiales. En este edificio de viviendas es posible ver árboles en su interior y ramas que asoman por las ventanas. 


Justo enfrente de la casa hay un pequeño centro comercial, Hundertwasser village, que ha sido construido en el mismo estilo y donde se pueden encontrar diferentes recuerdos de este lugar, además de otros productos típicos austríacos. 




Una vez visto el peculiar edificio, nos vamos caminando hasta nuestro siguiente destino del día, el Standpark, conocido como el parque de la ciudad. 
Pero antes de entrar en el parque, hacemos una parada en el famoso Café Prückel, situado en Stubenring 24. Es un local muy bonito, con altos techos decorados, con sus mesas y sillas que hacen que te transportes a épocas pasadas, con un diseño de los años 50 que se ha mantenido intacto. 





Después de este merecido descanso, entramos en Standpark y nos acercamos hasta su lago helado. El parque fue inaugurado en 1862 y tiene una gran extensión que puede recorrerse a través de diferentes senderos. 


En el interior del parque podemos ver estatuas de diferentes músicos famosos, pero sin duda la que destaca es el monumento conmemorativo de Johann Strauss (hijo) con su estatua dorada. 

Saliendo del parque nos encontramos con el edificio Wiener Konzerthaus uno de los grandes templos dedicados a la música que existen en la ciudad. Cuenta con varias salas de conciertos con diferentes capacidades, en una de esas salas se encuentra el órgano de concierto más grande de Austria, además es la sede de la Orquesta Sinfónica de Viena. 



Continuando con la música, justo enfrente se encuentra la plaza dedicada al compositor Beethoven con una estatua en su honor. 



Seguimos caminando hasta llegar a la plaza donde se encuentra una de las iglesias más famosas de la ciudad, la Karlskirche, la Iglesia dedicada a San Carlos Borromeo. 
Una iglesia con arquitectura barroca en la que destacan su dos columnas inspiradas en la columna de Trajano romana, al igual que su verde cúpula que está inspirada en la de San Pedro del Vaticano. 
Cada sábado a las 20,15 horas,  puede escucharse en su interior el Requiem de Mozart, las entradas pueden comprarse allí mismo. Nosotros no pasamos a su interior ya que lo habíamos hecho en una visita anterior a la ciudad y se nos hacía un poco tarde para una visita guiada a la Ópera de Viena. 

En la misma plaza se pueden ver parte de la obra que el arquitecto Otto Wagner dejó en la ciudad, una preciosa estación de metro que hoy acoge una exposición permanente sobre la vida y obra de este arquitecto. 



Desde allí, pasamos por la puerta del Musikverein, sede de la Filarmónica de Viena y en el que habíamos disfrutado de un fantástico concierto el día de nuestra llegada. (ver aquí).


Sin perder tiempo nos vamos por el Ring hasta la Ópera ya que queremos hacer uno de los tour guiados que hacen y así poder ver el interior del  edificio. El Ring es una avenida muy bonita donde se encuentran algunos de los hoteles más lujosos de la ciudad.

Enseguida aparece el imponente edificio de la Ópera de Viena. Fue el primer edificio que se finalizó en el proyecto que existía para el Ringstrasse, el precioso edificio neorrenacentista se inauguró en 1869 con una obra de Mozart, aunque según nos contaba la guía después, no tuvo la aceptación que se esperaba por parte de los vieneses que parece que esperaban algo más, lo que llevó al suicidio del arquitecto, el segundo arquitecto no corrió mejor suerte y murió después de un infarto provocado por la presión a la que estaba sometido. 

Visitamos el edificio en un tour guiado en español, el ticket se saca allí mismo y fueron 7,50 € por persona.  
Tuvimos mucha suerte con la guía, era una vienesa que hablaba perfectamente español y una apasionada de su trabajo y de la ópera en general, me encantó la visita, la explicación, las anécdotas….

Subimos por la gran escalera de mármol que recorre los tres niveles del edificio y desde allí se pueden ver las estatuas que la decoran, allí también se encuentran dos medallones con los bustos de los arquitectos del edificio que murieron poco después de la inauguración del mismo. 


El edificio fue destruido en gran parte durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, salvándose sólo una pequeña parte.


Pasamos por la sala Schwind Foyer, en honor al autor de las pinturas que la decoran y que representan diferentes obras líricas. Desde allí se puede llegar a la gran terraza a la que salían los asistentes en los descansos de las óperas para ser vistos por el «pueblo» que no podía permitirse la entrada. 

Pasamos por la Sala imperial, donde solían esperar el emperador y su familia antes de pasar al palco imperial para la representación. Una pequeña ventana en la puerta de entrada al palco nos da una idea de las vistas que tenían desde allí. 



También llegamos al vestíbulo Gustav Mahler, llamado así en homenaje al maestro más ilustre del Staatoper. En esta sala se conserva su piano de viaje con el que compuso varias de sus obras. 
La misma sala está decorada con tapices muy valiosos de Rudolf Eisenmenger que representan imágenes de La Flauta Mágica de Mozart. 


En esta sala se hacen las audiciones ciegas a los músicos que aspiran a formar parte de la orquesta de la ópera. 

En esos momentos había una exposición temporal con grandes retratos. 





Tenemos la suerte de poder llegar hasta el escenario donde vemos cómo se realizan los trabajos de montaje de toda la escenografía y decorados para la representación de esa noche de la ópera Don Giovanni.
Cada día montan y desmontan todo porque cada día es una obra diferente, un trabajo muy mecanizado en el que trabajan muchas personas para que todo esté perfecto en el momento en el que tiene que dar comienzo el espectáculo. 



Y por fin llegamos al patio de butacas donde nos sentamos un rato mientras nuestras guía nos seguía contando curiosidades del lugar. 


La lámpara en forma de anillo mide 7 metros de diámetro y cuenta con más de mil bombillas que limpian todos los años entre dos personas, tardan dos semanas!!! 



Al finalizar la visita volvemos a la calle, enfrente de la Ópera cogemos el   tranvía 71 que nos lleva hasta el Palacio del Belvedere.







El Palacio del Belvedere es una joya barroca que se compone de dos edificios que se encuentran separados por unos jardines a la francesa, con terrazas, cascadas, fuentes, esculturas…. Aunque en esta época del año no estaban en su mejor momento, todo sea dicho jejeje. 





El Alto Belvedere (Oberes Belvedere) es el que se lleva casi toda la atención del palacio, es donde se encuentra la Galería Nacional Austríaca donde destaca una importante colección del pintor Gustav Klimt, entre las que se encuentra el famoso El beso.
El Bajo Belvedere (Unteres Belvedere) es el otro edificio, también alberga exposiciones temporales.



Nosotros visitamos la El Alto Belvedere para ver la Galería Nacional Austríaca y disfrutar de sus maravillosas obras de arte. 
La entrada individual son 14 €.


En el interior no se pueden hacer fotos, salvo en un punto selfie que hay junto al cuadro de El beso, y allá que fuimos nosotros a inmortalizar el momento jejeje.



A la salida del museo (cierran a las 18 horas) nos fuimos directos a la cervecería Salm Bräu que se encuentra justo al lado de una de las entradas del Belvedere. Es una cervecería muy famosa en la ciudad porque elaboran su propia cerveza, además de contar con variedad de platos austríacos. 
Aunque era pronto, decidimos cenar ya que no habíamos comido nada desde la porción de tarta y teníamos bastante hambre.


Pedimos un schnitzel típico y unas salchichas, todo acompañado por unas ricas cervezas elaboradas por ellos. 


El sitio está genial, nos gusto mucho!!!

Volvimos a coger el tranvía 71 y nos bajamos en la parada de la ópera, desde allí fuimos caminando hasta otra de las instituciones de Viena en cuanto a cafés se refiere, el Café Hawelka. 


Se encuentra en un callejón cerca del Graben, en Dorotheergasse. Este café sólo cerró sus puertas durante la guerra y volvió a reabrir con el sabor antiguo de siempre. Hoy en día está regentado por el nieto del fundador, un muchacho muy agradable que nos atendió de maravilla y que nos recomendó el típico dulce de la casa, unos bollos que llevan elaborando muchísimos años con una receta secreta. Si vais tenéis que probarlos!!! Lo acompañamos con dos chocolates calientes y fue el colofón a un día genial.



Desde allí volvimos caminando al hotel bajo un frío intenso, aún nos quedaba casi un día completo para disfrutar de la ciudad!!!

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