Copenhague, una ciudad a la que volver

Esta visita a Copenhague en septiembre de 2012, era el comienzo de una ruta espectacular por Suecia, por una zona bastante desconocida pero preciosa. El motivo principal era la firma de un convenio de colaboración con la universidad, pero aprovechamos unos días más de vacaciones para disfrutar de uno de los países más encantadores de Europa.

Por la zona que íbamos a recorrer, el aeropuerto que mejor se ajustaba a nuestras necesidades era el de Copenhague, el vuelo salía bastante económico y además podíamos utilizar el espectacular puente que cruza el estrecho de Oresund, una gran obra de ingeniería.
Copenhague ya lo habíamos visitado en otra ocasión durante más días, pero es de esas ciudades europeas a las que siempre apetece volver. Esta vez sólo disponíamos de un día en la ciudad, pero fue suficiente para caminar por las animadas calles del centro, pararnos en sus plazas, comer en alguno de sus famosos cafés, pasear por el encantador «Puerto Nuevo» hoy convertido en una importante zona de ocio y como no, acercarnos a ver a la archiconocida Sirenita.
Dado que Copenhague tiene una excelente red de transporte público, aprovechamos una buena oferta  y reservamos un hotel fuera del centro, total sólo era una noche y al día siguiente recogíamos nuestro coche de alquiler para comenzar nuestra ruta.
Una vez que nos habíamos instalado en la habitación, nos fuimos hasta el centro, al cual llegamos en pocos minutos en un tren que paraba en la misma puerta del hotel. El centro de Copenhague es uno de los lugares más animados del norte de Europa, puedes encontrar multitud de artistas callejeros mostrando todas sus habilidades. Como no teníamos un rumbo fijo para ese día, decidimos caminar e ir disfrutando del ambiente que nos íbamos encontrando.

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