Día 16. Descubriendo templos de Chiang Mai

Era nuestro último día en Chiang Mai y queríamos aprovecharlo al máximo!! Hoy íbamos a dedicar el día a visitar alguno de esos templos de la ciudad que no son tan turísticos pero que merecen muchísimo la pena.

Lo primero que hicimos fue ir a reservar nuestros billetes de autobús a Chiang Rai para el día siguiente, los compramos en una agencia enfrente del Wat Phra Singh y nos costaron 186 THB por persona (aproximadamente 4,75 €).

Desde allí mismo un tuk tuk nos llevó hasta nuestro primer destino del día, el templo Wat Ram Poeng, un templo a las afueras de Chiang Mai en el que existe un  centro de meditación Vipassana donde puedes pasar unos días de retiro. En el lugar te ofrecen comida y alojamiento a cambio de una donación que haces una vez acabado el retiro, que debe ser como mínimo de 10 días. 
La entrada para visitarlo es gratuita. 
Allí leímos las normas del centro para hacer el retiro de meditación, eran normas muy estrictas entre las que se incluía nada de móvil, ni lectura ni escritura durante los 10 días, vestir completamente de blanco, no fumar ni beber alcohol….

El templo además es muy bonito  y en la sala de oración había un acto en el que participamos durante un momento. Nos sentamos en el suelo como el resto de personas y disfrutamos el momento escuchando los mantras. 

Desde allí nos fuimos caminando hasta uno de los templos más peculiares y desconocidos de la ciudad, Wat Umong, el templo del túnel. 
Está situado en las faldas del monte Doi Suthep, su característica principal son los túneles en los que se encuentra el santuario. 
El horario de visita es de 6 de la mañana a 6 de la tarde y la entrada es gratuita. 
Fue construido alrededor de 1297 en pleno esplendor del Reino Lanna cuya capital era Chiang Mai.

Todo el recinto del templo es un gran espacio natural en el que podemos ver los famosos árboles parlantes, árboles de los que cuelgan frases escritas en tablas de madera. 

Pasear por su interior fue un momento mágico, el juego de luces le da un encanto especial a este lugar.

Subiendo unas escaleras llegamos hasta la gran pagoda del templo, perfectamente conservada, es uno de los edificios principales del recinto. 

Otra de las zonas más interesantes de este templo es la zona de escultura de Buda, allí podemos encontrar un gran número de esculturas de diferentes formas. El templo estuvo abandonado durante mucho tiempo, de ahí que algunas estén en mal estado o cubiertas de musgo. 



A la salida del templo negociamos con con un conductor que nos lleva hasta el siguiente destino, el templo Wat Chet Yot, de gran interés también por sus construcciones, es conocido como el templo de las Siete Torres, siete estupas que se encuentran en muy estado de conservación. 

La entrada a este templo también es gratuita. 


Es un templo construido en el siglo XV, a él acuden en peregrinaje los nacidos en el año de la serpiente, de ahí las diferentes imágenes de estos animales que se pueden ver en una zona del mismo. 
Destacan también los árboles sagrados bajo los que Buda alcanzó la iluminación y sobre los cuales los fieles depositan palos decorados en señal de respeto y en busca de la buena suerte. 


En el recinto del templo se pueden ver varios edificios y puede pasarse al interior de alguno de ellos. Además está lleno de detalles que hacen feliz a cualquier amante de la fotografía. 

El templo Wat Chet Yot está construido según el modelo del templo de Mahabodhi en Bodhgaya, India, donde se cree que Buda encontró la iluminación y donde pasó siete semanas de meditación, de ahí las siete torres de su edificio más característico. 


En la salida del templo negociamos con un conductor de una de las furgonetas rojas y por 150 THB nos dejó en el barrio de Nimman. Era el barrio que más nos había gustado de la ciudad y no queríamos irnos sin probar la comida en uno de sus restaurantes más recomendados, el Kao Soi Nimman para probar un plato típico de esta zona de Tailandia, el Kao Soi.

Pedimos dos platos (que no fuesen muy picantes) y estaban buenísimos, aunque siempre, siempre, siempre van a tener un toque de picante característico. 
Es un restaurante totalmente recomendable!!!

Después de la comida, dimos un paseo por el barrio y entramos a uno de los locales Mango Tango a comer un plato a base de mango que estaba espectacular. 


Antes de volver al hotel, queríamos visitar un último templo, habíamos visto unas fotos y no queríamos perdernos ese lugar. 
Se trata del Wat Suan Dok al que llegamos andando desde el barrio de Nimman. 
La entrada al templo es gratuita. 

Fue construido en el siglo XIV sobre un jardín de flores y la leyenda cuenta que guarda una parte de una reliquia de Buda (la otra parte está en el Wat Phra That Doi Suthep)

En el templo destaca la gran estupa dorada que supuestamente guarda dicha reliquia, además de un gran número de pequeñas estupas de color blanco que son en realidad monumentos funerarios que guardan las cenizas de miembros de la familia real de Chiang Mai. 

En el edificio principal se encuentra un gran Buda de bronce que tiene una peculiaridad y es  que mira en dos direcciones, este y oeste. 


A la salida de templo encontramos un puesto con una de las frutas más típicas del sudeste asiático, el durian. Queríamos probarlo aunque el olor siempre nos alejaba de la idea, hasta ese momento, si queríamos probarlo tenía que ser ya jejeje. Compramos una bandeja con dos pequeñas porciones, es un producto caro para lo que cuesta la fruta por allí…… Después de probarlo tengo que decir que no nos entusiasmó a ninguno, un sabor dulce intenso, pero no lo podría describir como un producto exquisito. Al menos no nos quedamos con las ganas de probarlo. 



En la misma calle, nos montamos en una furgoneta de las rojas que nos llevó directamente al hotel. Esa tarde diluvió, así que aprovechamos para recoger toda la ropa y volver a hacer las mochilas, al día siguiente dejábamos Chiang Mai. 

A última hora salimos a cenar, seguía lloviendo, así que no queríamos alejarnos mucho del hotel por lo que decidimos volver a uno de los restaurantes en los que habíamos comido y que nos había encantado, Its Good Kitchen, donde pedimos dos platos y un mango sticky rice para compartir.


Satisfechos con el día que habíamos pasado, dimos un pequeño paseo antes de volver al hotel, en el fondo nos costaba admitir que era nuestra última noche en Chiang Mai, una ciudad que nos ha encantado y a la que no nos importaría volver y dedicarle más tiempo. 



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