Las joyas de Estrasburgo

Era nuestro último día en la ruta por la Alsacia, así que había que aprovechar bien las horas que teníamos hasta que nos tuviésemos que marchar hacia el aeropuerto de Frankfurt, desde donde salía nuestro vuelo con destino a casa. 
Estrasburgo nos esperaba nuevamente!!!

Nos levantamos temprano, con una vista preciosa de la catedral en nuestra ventana, y bajamos a desayunar al coqueto salón del hotel Suisse. 
Ya preparados salimos a visitar uno de los platos fuertes de la ciudad, su imponente Catedral, en este caso sólo tardamos en llegar a la puerta un par de minutos, jejeje. 
La Catedral de Notre Dame es el edificio más valioso de la ciudad, un edificio construido en arenisca roja que le da su color característico, en 2015 se cumplieron los mil años desde su construcción, ya que aunque la construcción de la catedral data de 1176, ésta se construyó sobre una antigua basílica de 1015.  De estilo gótico, destaca la perfección de su fachada, siguiendo con los cánones que imperaban en aquella época. Su única torre alcanza los 142 metros de altura, convirtiéndose en ese momento en el edificio más alto del mundo, si en ese momento llegan a saber que se construirían edificios de más de 500 metros!!!
Su interior es precioso, destacando el valor de sus vidrieras del siglo XII al siglo XIV y de su espectacular rosetón que, con sus 15 metros de diámetro, es el rosetón gótico más grande de Europa. 
La nave principal, como en la mayoría de catedrales góticas es amplia y da una sensación de grandeza descomunal, qué pequeño te sientes allí dentro…..
El órgano es monumental, posee una espectacular caja adornada con autómatas. 
Para visitar la catedral se ha de seguir un recorrido de un sólo sentido que avanza por el lado izquierdo de la misma, varios guardas de seguridad se encargan de que nadie retroceda para evitar ningún caos, teniendo en cuenta la cantidad de turistas que la visitamos cada año, se trata de la catedral más vista después de la de Notre Dame de París. 

Al final del recorrido llegamos a su extraordinario reloj astronómico, uno de las cosas que más nos interesaban dentro de la catedral. Es de época renacentista, su mecanismo data de 1842 y desde luego que es una obra de incalculable valor. 
Cada día sobre el mediodía se pone en funcionamiento el desfile de los Apóstoles con los que cuenta el reloj, nosotros no quisimos esperar a ello, nos bastaba con disfrutar de cada uno de los elementos aunque no tuvieran movimiento. 
el reloj, además de la hora, indica el día, el tiempo medio, el signo del Zodíaco, las fases de la luna y las posiciones de los planetas.  
El reloj astronómico está considerado monumento histórico francés desde el 15 de abril de 1987.
Salimos de la catedral y empezamos nuestro particular paseo, no tenemos un rumbo definido, queremos visitar algunas cosas que nos quedaron en el día de ayer (ver entrada) en nuestra primera toma de contacto con la ciudad. 
Nos encontramos con un mercado de antigüedades, así que tuvimos que pararnos un poco a mirar, no tenemos remedio. Nos encantan este tipo de mercados, puedes encontrar piezas realmente interesantes como nos pasó durante nuestra estancia en los Estados Unidos, visitamos el Flea Market de Brooklyn y nos hubiésemos traído un camión cargado hasta arriba. 
Llegamos hasta la orilla del río y decidimos avanzar por ella para disfrutar del fantástico paisaje que crea el río a su paso por la ciudad. 

Nos desviamos hacia el interior nuevamente a la altura de la Iglesia de Saint Thomas, una iglesia consagrada al culto protestante, un bello ejemplo de gótico alsaciano. 
En su interior se encuentra el mausoleo del mariscal de Saxe, pero eso no era lo que más nos interesaba de su interior. En Saint Thomas se encuentra un órgano Silberman en el que tocó, entre otros, Wolfgang Amadeus Mozart. 

A tan sólo unos pasos de la iglesia de Saint Thomas, nos encontramos de nuevo en la Petite France, el barrio más coqueto de la ciudad.
Hoy elegimos un nuevo itinerario para llegar hasta los denominados Puente Cubiertos.

A unos pocos metros de los Puentes Cubiertos, mejor dicho de lo que hoy queda de ellos, se encuentra la Presa Vauban o la Gran Esclusa, que permitía inundar el sur la ciudad en caso necesario. Sobre la misma se ha acondicionado una gran terraza panorámica que permite visualizar la ciudad desde otro punto de vista, desde allí arriba, el paisaje que se nos muestra es espectacular.

Una vez abajo continuamos disfrutando de los encantos de este particular barrio, recorremos nuevamente la orilla del río y alguna de sus callejuelas. Es impresionante ver los reflejos que las casas crean sobre el río, una imagen de postal. 

El día anterior, cuando visitamos esta zona, ya había yo echado el ojo a un pintor que estaba haciendo acuarelas en un rinconcito del barrio, cuando volvimos por la tarde ya se había marchado, así que pensé que hoy podría volver a estar, y ¡voilá!, allí estaba él, con la acuarela que me había gustado totalmente terminada y seca….. incluso él se acordaba de mi porque estuve un ratito observando su obra. Esa acuarela hoy está en nuestra casa, jejeje!!!
Nos quedamos un buen rato por allí disfrutando del encanto y del ambiente de la Petite France.

Con cierta pena dejamos la Petite France y volvemos poco a poco por la Grand Rue. Pasamos por un precioso puesto de flores y de nuevo llegamos a la Place Kebler en la que estuvimos la noche anterior. 
Queríamos ver el «Pueblo navideño» que hay instalado debajo del gran abeto que se encuentra en esta plaza. 
 Nos adentramos por el centro histórico y llegamos hasta la Place du Marché Neuf, donde se ecuentra el Templo Nuevo, una bonita iglesia de culto protestante.
Seguimos caminando entre callejuelas pequeñitas con la decoración navideña más bonita que hayamos visto, tiendas de queso, de relojes, de dulces típicos alsacianos, tiendas de motivos navideños que hacen las delicias de cualquiera y ante las que no podemos resistirnos a pasar y comprar un pequeño recuerdo para nuestro árbol. 

Esta zona se encuentra a sólo un paso de la Plaza de la Catedral, a la que volvemos por última vez para admirar de nuevo su belleza y la monumentalidad de la misma. 
Bajamos por la calle que une la Plaza de la Catedral con la Place du Marche aux cochons de lait, una de las calles con más decoración en sus fachadas. 

Ha llegado la hora de volver al hotel a recoger nuestras maletas e ir a al parking a por nuestro coche, por el que pagamos 20€ por un día completo. 
Con mucha pena decimos adiós a la ciudad de Estrasburgo para iniciar nuestro periplo de vuelta a casa, una ciudad encantadora por la que pasear y disfrutar de los monumentos que le han otorgando el reconocimiento de la Unesco. Nos hubiese gustado poder disfrutar de sus numerosos mercadillos de navidad, pero el ambiente y la decoración aún permanecían en la ciudad, por lo que algo de esa magia nos llevamos con nosotros. 

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