Llegamos a la ciudad alrededor del mediodía, según entrábamos con el coche ya empezamos a divisar la gran torre de su catedral, además de ver un gran ambiente por sus calles.
Además el hotel estaba bastante cerca de un parking que ellos mismos nos recomendaron, recuerdo que aparcar por allí no es nada fácil y es mejor dejarlo en un parking y olvidarse del coche para disfrutar de lleno de la ciudad, porque Estrasburgo es eso, una ciudad para pasear.
Dejamos las cosas en nuestra habitación y rápidamente salimos a disfrutar de la ciudad.
La verdad que el paisaje que forma el río Ill (un afluente del Rin, a su paso por el centro de Estrasburgo, es precioso, las fachadas de las casas se reflejan creando imágenes muy, muy bonitas. De hecho, el río se bifurca formando una isla donde están contenidos la mayor parte de los atractivos de la ciudad y por la que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Sin más tardar nos vamos a la plaza du Marche aux cochons de lait, una plaza de extraordinaria belleza rodeada de antiguas casas de entramado de madera. En ella se concentran hotel, restaurantes, tiendas de recuerdos y mucha, mucha gente que no quiere perderse en ambiente que se desarrolla en ella.
En esta época de navidad, las casas que la rodean están completamente adornadas con preciosos motivos, destaca una de ellas, del siglo XVI y con galerías de madera.
Poco a poco avanzamos hacia la plaza de la Catedral, disfrutando de la espectacular decoración que invade cada rincón.
En la plaza de la catedral se alza este magnífico monumento con una fachada que no te cansas de mirar. Como había bastante gente haciendo fila para entrar, decidimos dejar la visita al interior para primera hora del día siguiente y ahora seguir aprovechando las horas de luz para seguir conociendo la ciudad.
En esta plaza también se encuentra una de las casas más bonitas de la ciudad, la Maison Kammerzell, construida en el siglo XVI por un comerciante de quesos. Posteriormente la casa ha pertenecido a adinerados comerciantes, su nombre le viene de Philippe Kammerzell, un comerciante que fue su propietario en el siglo XIX. Su fachada de madera es de un gran valor.
Dejamos por un momento esta zona de la ciudad, tomamos la Grand Rue dando un agradable paseo. Es una zona muy comercial, con muchos lugares donde tomar algo, comer un dulce típico, pero sobre todo es un lugar donde cruzarte con los habitantes de la ciudad.
Casi sin darnos cuenta hemos llegado a la zona más conocida y pintoresca de la ciudad, la Petite France. Un barrio encantador con la mayor concentración de casas de entramado de madera de toda la ciudad, alguna de ellas realmente espectacular y de un gran valor arquitectónico, como es la Maison des Taneurs, de 1572, el la fotografía de abajo es la que aparece a la derecha.
Casi todas las casas que conforman este espectacular distrito, fueron construidas durante el siglo XVI y XVII. Antiguamente era el barrio de los pescadores, curtidores y molineros, allí vivían y desarrollaban sus oficios. En los desvanes de las casas, de ahí que algunas tengan los tejados inclinados, los curtidores secaban las pieles.
Damos un precioso paseo por la orilla del río disfrutando del paisaje que crea el mismo junto con el conjunto de casas del barrio.
Hay una excursión que va por el río en un barco cubierto que tiene que ser bastante agradable, aunque nosotros decidimos conocer la ciudad a pie.
Muy cerca de donde nos encontrábamos, están los famosos puentes cubiertos, aunque ya no lo son como tal pues desde el siglo XVI ya no tienen cubierta, aunque si se pueden ver sus torres ya que aquí se encontraba la zona amurallada de la ciudad.
Al día siguiente visitaríamos mucho mejor esta zona con vista panorámica incluida.
Otro de los lugares emblemáticos de la Petite France es el Puente de St Martin, desde el que hay una bonita vista de las fachadas a la orilla del río y también de la famosa esclusa que también visitaríamos al día siguiente.
Por suerte nos encontramos como la iglesia de St Pierre le Vieux, en su interior acababa de comenzar un concierto de órgano, así que allí que nos metemos y tomamos asiento. Por toda Europa son muy famosos los conciertos de órgano en las iglesias, sobre todo en esta época del año, es algo que envidio totalmente porque me encanta.
Esta iglesia mantiene una parte destinada al culto católico y otra parte al culto protestante, es la primera vez que nos encontramos con algo así.
A la salida del concierto nos dirigimos hasta la Place Kebler, una gran plaza donde hay instalado un enorme abeto, algunos dicen que es el más grande de Europa.
Antes de llegar pasamos por las Galeries Lafayette y pasamos un momento, aunque no tienen mucho interés, vamos es como nuestro Corte Inglés pero a la francesa.
La Place Kebler es la más grande de Estrasburgo, su nombre se debe a Jean Baptiste Kebler, un militar que nació en la ciudad de Estrasburgo y que fue importante durante las guerras revolucionarias. En el centro de la plaza hay una estatua con su nombre.
Paseando por la plaza nos encontramos con una pareja de valencianos muy simpáticos con los que estuvimos hablando de viajes durante largo rato. Ellos habían venido a la ciudad a ver los mercadillos de navidad, pero días antes, como en otras ciudades europeas, habían sido retirados por motivos de seguridad. Bueno al menos les quedaba pasar la nochevieja allí!!!
Ellos nos recomendaron un restaurante para cenar donde ya habían estado y la verdad fue todo un acierto porque luego pudimos comprobar que estaba entre los mejores de la ciudad.
El restaurante es el Gurtlerhoft y se encuentra en los bajos de una de las casas de la Plaza de la Catedral. Llegamos y, como en ese momento no teníamos reserva, no dieron para una hora más tarde, pero menos mal que nos iban a dar de cenar!!
Para hacer tiempo fuimos un momento al hotel, ya que lo teníamos a un paso, y dimos una vuelta disfrutando de la decoración navideña con la iluminación, pasando por la Place Gutenberg hasta llegar al arco de luces que muestra a Estrasburgo como capital de la Navidad.
A la hora indicada nos vamos al restaurante, sigue lleno y aún quedaría por llegar más gente. De la extensa carta con la que cuentan, elegimos para compartir, un Rösti strasbourgeoise y el plato estrella del lugar, el Waedel gratiné au Munster. El primero es un gratinado de patatas con salchichas muy rico y el segundo está compuesto por trozos de codillo cocido en una salsa de queso munster, acompañado de patatas, un plato que recomiendo que pidáis si vais por este lugar, está realmente exquisito.
Después de esta espectacular cena nos retiramos a nuestro hotel, es hora de descansar después de un intenso día, aún nos quedaba un día más para disfrutar de los encantos de Estrasburgo.
Nos quedamos dormidos viendo la imagen de la catedral…..