Colmar, una ciudad entre mercadillos de navidad

El segundo día de nuestro viaje a la Alsacia lo dedicamos en exclusiva a la ciudad de Colmar. Habíamos visto muchas fotos de esta ciudad en diferentes épocas del año, pero si tengo que recomendar un momento para visitarlo, es sin duda durante el mes de diciembre, cuando cada rincón de la ciudad está decorado de navidad, fachadas, árboles, etc, vayas por donde vayas se respira ambiente navideño.

Aparcamos nuestro coche en un parking habilitado y nos disponemos a entrar en su centro histórico, lo primero que nos encontramos es la Place Unterlinden donde se encuentra el convento del siglo XIII de monjas dominicas  que alberga el museo Unterlinden.


Teníamos sólo un día para dedicarlo completo a Colmar y queríamos disfrutar de lleno de los mercadillos de Navidad y de la ciudad en general, así que decidimos no entrar a museos que nos llevasen mucho tiempo, teniendo en cuenta que antes de las cinco de la tarde ya empieza a anochecer, había que aprovechar bien el tiempo.
El primer mercadillo con el que nos encontramos fue el de la Place des Dominicans, que se encuentra junto a la imponente iglesia del mismo nombre a la que pasaríamos horas más tarde, justo cuando ya anocheciera, queríamos pasar en la calle todas las horas de luz que fue posible. El mercadillo estaba bastante tranquilo a primera hora de la mañana, la verdad es que no tiene nada que ver con el ambiente navideño que se respira por la noche, aunque así pudimos ver tranquilamente los puestos y echar un ojo a determinadas cosas que más tarde se vendrían con nosotros, jejejeje.

Teníamos muchas ganas de tener, bueno corrijo, tenía muchas ganas de tener una pirámide de madera de esas que llevan cuatro velitas que cuando las enciendes y por efecto del calor, dan vueltas unas aspas que lleva arriba, bien, pues la que se ve en la foto con el tejadito verde ya forma parte de mi colección de decoración navideña….

Toda la ciudad está adornada de una forma especial, una de las cosas que más me llamaba la atención es la forma de decorar las ventanas, con ramas de abeto y otros adornos de lo más «cuqui» como ositos de peluche, ciervos, renos, lo que hacía que luciesen espectaculares.

Continuamos paseando por la ciudad descubriendo nuevos rincones y quedándonos embobados en cada escaparate de las boulangeries donde exhiben pan de diferentes clases y sobre todo un bizcocho típico alsaciano que se llama kugelhopf, tiene forma redonda y se hornea en un molde de cerámica esmaltada que en ocasiones también utilizan de decoración.
En nuestro recorrido nos encontramos con una de las casas más famosas de Colmar, la Maison des Tetes, hoy convertida en un hotel. Data de 1609 y su nombre le viene por el centenar de cabezas humanas esculpidas en su renacentista fachada. A finales del siglo XIX  el edifico fue sede la Bolsa de Vinos

 Enseguida llegamos a otro de los mercadillos de navidad de la ciudad, que en total tiene cinco, se trata del mercadillo de la Place Jeanne d’Arc, mucho más pequeño que el anterior, pero también encantador.

De la Place Jeanne d’Arc tomamos una pequeña calle con preciosas casas de entramado de madera y llegamos hasta una plaza donde se encuentra la Maison des Arcades, una hermosa casa de construcción renacentista con tres alturas.

Caminando por la Grad Rue llegamos hasta otros  dos de los mercadillos de navidad de Colmar. El de la Place de l’Ancienne Douane y un mercadillo que se encuentra en el interior del edificio de la antigua aduana. Por el entorno en el que se encuentra y las construcciones que hay alrededor, este mercadillo es, para mí, el más bonito de la ciudad, aquí compramos algunos productos para después degustar en casa como un té de navidad riquísimo, algún recuerdito para nuestro árbol viajero y también nos tomamos un vaso de zumo de manzana caliente, a priori puede resultar algo raro, pero cuando lo pruebas allí te das cuenta de que lo bueno que está, no sería el único que nos tomamos esos días…..

Nos encontramos en pleno barrio de los Curtidores, donde este gremio estuvo trabajando hasta el siglo XIX. Las preciosas casas de entramado de madera de este barrio, son altas porque la parte superior se utilizaba para el secado de las pieles.
En este barrio podemos ver un pequeño canal por el que el agua circula libremente. Sus barandillas están decoradas con objetos navideños, pero con el buen tiempo, se llenan de flores creando una estampa espectacular de la ciudad.

 La verdad es que es un lugar en el que empezar a hacer fotos y no parar, todo es taaaaaannnn bonito!!!!

Aquí también se encuentra la fuente Schwendi que representa la figura de Lazare Schwendi un oficial que luchó contra Hungría y que cuentan que de allí trajo las primeras viñas de las que salía el famoso vino húngaro, las cuales fueron plantadas en  el pueblecito de Kaysersberg formando parte de los viñedos de la Alsacia.

Atravesando un pequeño pasadizo por debajo del edificio de la Aduana antigua, llegamos a la plaza del Mercado, un gran conjunto de casas de entramado de madera que en esta época del año lucen especialmente bonitas.
Desde esta plaza se puede acceder al Koïfhus, el mercado navideño cubierto que expone objetos de artesanía como joyas, obras realizadas en piel, bordados, pinturas, etc…. Quizás es el menos encantador, aunque también merece la pena verlo.

Muy cerca de esta plaza, avanzando por la pintoresca calle de los Mercaderes,  con todas las ventanas decoradas, se encuentra la famosa Maison Pfister, de 1537, una de las más espectaculares de la ciudad. La casa cuenta con un bonito mirador y galería de madera. La ornamentación del mural se realizó en 1577 y representa varias escenas de la Biblia. En la parte inferior del mirador se encuentran unos medallones en bajorrelieve con las esfinges de Maximiliano I, Carlos V y Fernando I.

Desde este rincón ya podemos ver parte de la Colegiata de San Martín, antigua catedral de los siglos XIII y XIIV. Se trata de una de las iglesias góticas más importantes de toda la Alsacia. La cubierta es de tejas de estilo alsaciano, son tejas de cerámica de color verde y ocre. La torre supera los 70 metros de altura, aunque nunca llegó a realizarse la segunda torre que figuraba en los proyectos originales.

Ponemos por fin rumbo al barrio más romántico de Colmar, la Petite Venise, la pequeña Venecia. Para llegar allí cruzamos el puente sobre el río Lauch y ya empezamos a ver las preciosas fachadas de las casas de los pescadores, el Quai Poissonnerie. Estas casas de color pastel y entramado de madera eran propiedad de los pescadores que desde la Edad Media vendían el pescado a lo largo del río. Los bajos de las casas están ahora ocupados por pequeños  y encantadores comercios a los que no podemos dejar de pasar.

Al lado se encuentra el Mercado cubierto, una gran nave en la que puedes encontrar puestos de comida y lugares donde comer algo típico.

Y ya por fin llegamos al barrio más famoso de Colmar, Petite Venise, un barrio encantador en el que las casas se asoman al río formando alguno de los  rincones más típicos de la ciudad. El puente  de Saint Pierre es un buen lugar para tener una vista espectacular de esta zona, hacerse unas cuantas fotos, o mil por ejemplo. Por esta zona es posible dar un paseo en unas barcas de madera que antiguamente los comerciantes utilizaban para vender sus productos.

Merece la pena callejear un poco por el barrio y no sólo quedarse en la calle principal, es una zona tranquila y muy, muy bonita, incluso ahora en el mes de diciembre encontramos flores a la entrada de una casa….

Como no podía ser de otra manera, el la Petite Venise también había instalado un mercadillo de navidad con atracciones para los más pequeños y los no tan pequeños, la edad para acceder a las atracciones era hasta 99 años!!!!

Vimos cada uno de los puestos y aprovechamos para comer en uno de ellos que tenían unas salchichas típicas que estaban buenísimas, eso sí, lo acompañamos con un par de cervezas de la zona y para terminar unos vasitos de zumo de manzana caliente al que ya nos habíamos hecho casi adictos.

Teníamos curiosidad por acercarnos hasta  el Champ de Mars y la Place Rapp para ver la pista de patinaje sobre hielo que todos los años instalan, así que aprovechando que aún quedaban un par de horas de luz nos fuimos dando un paseo hasta allí.
Aquí podemos ver una estatua de Jean Rapp, un general francés nacido en Colmar y también un precioso y antiguo carrusel cubierto.

Nos encantan las pistas de patinaje, aunque todavía no nos hemos atrevido con ninguna, quizás por miedo a hacernos daño y fastidiar el resto del viaje, pero allí estuvimos un buen rato viendo cómo disfrutaban los patinadores expertos y los no tan expertos, vimos exhibiciones y alguna caída de las que hacen daño también.

Volvemos al lugar en el que habíamos comenzado la visita por la mañana, la iglesia de los Dominicos, cuya visita habíamos dejado aparcada para la tarde. La construcción de esta iglesia data de 1289 y es de estilo gótico. En su interior destacan las vidrieras del siglo XIV en las que se representan escenas de la vida de Cristo y sobre todo el retablo de La Virgen del Rosal, obra de Martin Schongauer, pintado en 1473. En la pintura aparece una virgen coronada por ángeles con el niño en brazos en un jardín de rosas. Este cuadro se encontraba antiguamente en la colegiata de San Martín, pero tras su desaparición de este templo, fue ubicada en los Dominicos. 

Tras la visita nos fuimos a disfrutar del ambiente nocturno de los mercadillos de navidad de la ciudad, sobre todo del que se encuentra en la Plaza de la Antigua Aduana. De noche, con las luces encendidas, todo adquiere un ambiente mágico, más bonito aún que durante el día, además los mercadillos se llenan de gente comprando adornos, bebiendo vino caliente y comiendo alguna delicia alsaciana. 

Para cenar elegimos un restaurante recomendado por nuestros amigos chavetas, la Brasserie Schwendi, situado en la misma plaza de la antigua aduana, justo enfrente del famoso Hotel Saint Martin, donde probamos la rica y calórica gastronomía alsaciana probando un típico plato de diferentes carnes y choucroute, además de una tarte flambée exquisita. 
Cenamos de maravilla (aunque las fotos no hagan justicia), el restaurante estaba al completo y no paraba de entrar gente, la comida estaba muy buena y los precios eran bastante razonables para estar situado en el mismo centro de la ciudad. 
Después de cenar fuimos dando un paseo hasta el aparcamiento y de vuelta al hotel a descansar, el día nos había cundido muchísimo y aún nos quedaba mucho por delante!!!

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