A la mañana siguiente, tras un rico desayuno, partimos hacia Weimar, ciudad de los poetas y pensadores, como Goethe y Listz. Weimar ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, tanto por su obra del movimiento Bauhaus, como por su conjunto de edificios clásicos.
Es una ciudad también ligada al compositor Johann Sebastian Bach, uno de nuestros preferidos. En 1703, Bach logró un puesto como músico de la corte en la capilla del duque Johann Ernst III en la ciudad de Weimar. No está claro cuál fue su papel allí, lo que si queda claro es que tras su estancia de siete meses en esta ciudad, su reputación como organista se extendió, y le dió la oportunidad de trabajar en otros lugares.
Como en la mayor parte de las ciudades alemanas, Weimar también tenía su mercadillo de Navidad.
Desde Weimar nos fuimos a Erfurt, una de las grandes ciudades medievales de Alemania. Es una ciudad preciosa en la que vivieron personajes como Lutero, que estudió en su universidad, Bach, que tocó en varias de sus iglesias, o Goethe, que pasó en ella largas temporadas.
El monumento más importante de Erfurt es su imponente catedral gótica de Santa María. Justo delante de la catedral hay instalado un enorme mercadillo de Navidad y junto a él una noria a la que no nos resistimos a subir. Desde luego que las vistas desde arriba no podían ser mejores, ver el ambiente, los tejaditos verdes de los puestos del mercadillo y parte de la ciudad, desde luego que mereció la pena.
Erfurt es una ciudad preciosa para pasear, además en cada plaza puedes encontrar un mercadillo de Navidad diferente, donde además de comprar algún adorno navideño, puedes degustar ricos productos típicos.
Uno de los sitios más bonitos de la ciudad es el Krämerbrücke, el puente sobre el río Gera que recuerda al puente viejo de Florencia por los comercios que hay en su interior. En 1125 ya existía en el mismo lugar un puente de madera que posteriormente se reconstruyó de piedra. Los Krämer, que dan nombre al puente, eran pequeños comerciantes que construyeron casas a ambos lados del mismo para guardan la mercancía que ofrecían, hoy se han convertido en pequeñas tiendas de souvenirs y algún encantador restaurante.
Seguimos paseando por su precioso centro medieval disfrutando del ambiente que hay en la calle, a pesar de hacer bastante frío, es sorprendente la cantidad de gente que hay, para los habitantes de estas ciudades, los mercadillos de Navidad son un buen lugar para ir con la familia, encontrarse con amigos y tomar juntos un vino caliente especiado.
En esta época del año anochece muy pronto, la ciudad empieza a iluminarse y el mercadillo resulta mucho más encantador si cabe, así que aprovechamos este momento para irnos al mercadillo que se encuentra instalado delante de la catedral para buscar algún recuerdo para nuestro árbol.
Para cenar elegimos un encantador restaurante situado en una típica casa de entramado de madera situada en el inicio del Krämerbrücke. Unas cervecitas alemanas y unos platos de la gastronomía regional fueron la mejor manera de terminar el día.
Y tras esta contundente cena nos fuimos a descansar a nuestro hotel.