Parece mentira que el tiempo pase tan deprisa, ya hace casi cinco meses que llegamos a New Haven. Recuerdo que el día que llegamos también llovía, dejamos las cosas en el hotel en el que nos alojamos la primera semana y salimos a dar un paseo por la ciudad, aún tuvimos la oportunidad de pisar restos de nieve que quedaban de la última gran nevada, pues según nos han contado, este invierno pasado ha sido especialmente duro por aquí. Poco a poco vimos como la primavera quería llegar y como, casi de un día para otro, empezaron a salir flores por todas partes, fue el momento en el que más bonito estaba el campus de Yale y toda la ciudad. 
Después de todo eso, hoy he tenido la sensación de «casi otoño», sí, el día ha amanecido lluvioso, bastante fresco y muy oscuro, no era una tormenta de verano, ha estado lloviendo casi todo el día. Aún así he salido a dar un paseo después de comer y la sensación  seguía siendo la misma, incluso he tenido que ponerme una camiseta de manga larga, el ambiente en el campus ya es diferente, los alumnos de este curso empiezan a llegar, ya no están los de los campamentos de verano. Los tablones que hay por el campus se llenan de anuncios de alquileres para este nuevo curso, en las tiendas ya está la ropa de nueva temporada, las nuevas agendas,  las botas de lluvia…., todo parece indicar que aquí ya se ha acabado el verano, cuando allí en España algunos acaban de comenzar sus vacaciones e incluso otros ni siquiera las han disfrutado aún. 
Esta tarde he dado un paseo «fotográfico» muy agradable, me gusta el ambiente que se queda cuando llueve, quizás tenga que ver con que el otoño es mi estación preferida, incluso aquí algunos árboles empiezan a tomar otros tonos diferentes al verde, aunque muy, muy despacio, aún queda tiempo para que luzcan en sus mejores colores otoñales. 
El otoño en Nueva Inglaterra es espectacular, las imágenes que hemos visto dan fe de ello, aunque nosotros no vamos a vivir ese momento, aunque se agradece ese pequeño adelanto del «casi otoño» que vamos a disfrutar hasta nuestra vuelta. 

Incluso me ha vuelto a apetecer tomar un té Chai Latte calentito, así que para hacer un poco de tiempo hasta que saliese Diego de la universidad, me he ido al Starbucks y allí me he sentado en una de las mesas junto a los grandes ventanales que dan a Chapel St, con mi vaso de té y mi libro Un otoño romano, de Javier Reverte, el tiempo se me ha pasado volando.

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